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FUTUROSPOSIBLES

PETROLEO Y AGUA - 2039: ESCENARIOS DE GUERRA

Lo inimaginable tiene también la facultad de ser realidad.

En aquel tiempo, las posibilidades de un conflicto global o continental entre algunas de las grandes potencias mundiales, era solo un ejercicio teórico de las academias de guerra.  

Pero, contradiciendo los pronósticos de los negociantes de petróleo, de las grandes compañías que veían crecer día a día sus ganancias con un precio del barril a US$ 112, la guerra se desató desde el punto menos esperado: la Antártica, es decir, la reserva de agua dulce más grande del planeta.

Presentamos a continuación un conjunto de documentos oficiales que ilustran el desarrollo de este conflicto.

 

"INFORME DE INTELIGENCIA: LA MANIOBRA UCRANIANA (HUM-INT 42.207)

(Resúmen Ejecutivo)

Diversas fuentes de inteligencia abierta y semi-abiertas de las que disponemos permiten señalar que el reciente matrimonio de dos importantes empresarios ucranianos vinculados al negocio petrolifero ruso con las dos hijas mayores del Príncipe Ibn- Saud III del Reino de Arabia Saudita, además de la firma del convenio de cooperación tecnológica e intercambio energético entre Ucrania, Rusia y Arabia Saudita (el 16 feb 2037), han abierto una ventana duradera de vulnerabilidad para los suministros de crudo hacia las potencias occidentales. 

La eventualidad de la firma de un tratado de alianza estratégica y de asociación energética entre Ucrania y Arabia Saudita, actuando el país europeo oriental como comisionado de la penetración rusa en el Medio Oriente, convenio que se discute actualmente a alto nivel en la familia real saudita, y cuyo borrador del Protocolo de Adhesión se adjunta, pone de relieve que las intenciones políticas de la alianza ruso-ucraniana es generar un vínculo que les permita acceder al control del sistema de producción petrolífera saudita.  Actualmente trabajan más de 126 expertos rusos y ucranianos en el Ministerio de Energía del Reino de Arabia Saudita, por lo que es altamente previsible que ambas naciones europeas cuentan  ya con acceso a inteligencia estratégica respecto de las reservas reales y sistemas de suministro y comercialización del petróleo saudí.

La "maniobra rusa-ucraniana" debe ser asociada además con el reciente bombardeo por parte de la Fuerza Aérea iraní sobre las principales refinerías e instalaciones de Kirkuk y Abadan en Irak, acción que tiene la evidente intención de generar un desequilibrio en  los suministros mundiales de combustible, obligando a Estados Unidos a recurrir a sus reservas estratégicas, subiendo aun más el precio del barril (actualmente en US$$ 109, pero con perspectivas de alcanzar los US$ 120 antes de fines de 2038).  En la medida en que la anterior ocupación estadounidense de Irak ha venido a debilitar la estabilidad política de dicho país, golpeado desde hace 11 años por una guerra civil entre sunníes y chiitas, el bombardeo iraní apunta a generar en Occidente un clima de mayor presión y demanda sobre el petróleo saudí.

El amplio y prolongado despliegue de fuerzas estadounidenses e inglesas en siete países de Oriente Medio, resulta ya insuficiente para disuadir a Rusia, Ucrania y China, de convertirse en los Estados pivotes del control político sobre el petróleo de esta región del planeta.  Actualmente, las fuerzas estadounidenses pre-posicionadas (principalmente integradas por componentes aero-terrestres y aero-navales) en el Golfo de Adén, Océano Indico, Mar Rojo, Golfo Pérsico y Golfo de Oman suman los 643.770 efectivos.  Y esta presencia militar ha sido insuficiente para frenar la creciente capacidad de acceso y de influencia que han mostrado Rusia, China y Ucrania, para  llegar a aproximarse al control sobre los campos de producción petrolífera arabes saudíes. 

La creación de una corporación global petrolera of-shore en el 2035, con capitales privados y estatales de la Federación Rusa, Ucrania y la República Popular China, denominada "RUCH-OIL", indica y debe ser interpretada como la manifestación más evidente de la disposición de los tres Estados asiáticos de trabajar en conjunto en el negocio petrolero pero a nivel mundial.  RUCH-OIL dispone actualmente de un 34% de las acciones de la corporación estatal árabe saudi que administra la producción petrolera del reino árabe.

Las opciones estratégicas occidentales para el año 2039 en materia de accesibilidad y seguridad de los suministros de crudo desde la zona de Arabia Saudita, Irak, Iran, Koweit  y Emiratos Arabes Unidos, están por lo tanto crecientemente comprometidas y cada vez más vulnerabilizadas, por lo que una medida de fuerza no debe ser descartada sino que, por el contrario, debiera ser examinada bajo la forma de un abanico de cursos de acción militar, política y diplomática alternativos y combinados."

 

Los siguientes capítulos relatan los acontecimientos de aquella "primera guerra global por el agua y el petróleo".

 

Orden de Batalla N° 6554 - 1.sep.2039

 Las fuerzas armadas del Imperio, posicionadas en el Golfo de Oman, Golfo de Aden y Mar Rojo, procederán a efectuar una maniobra estratégica de envolvimiento ocupando el Golfo Pérsico y el conjunto de las instalaciones petrolíferas de Qatar, Bahrain, Emiratos Arabes Unidos y Kowait para converger a continuación sobre las instalaciones petrolíferas, pozos productivos, sistemas de transporte de combustible, refinerías, depósitos de combustible, puertos de embarque, aeropuertos del reino de Arabia Saudita.

 

ANDROMEDA

BACKGROUND DE INFORMACION

 

La Galaxia de Andrómeda, también conocida como Objeto Messier 31, Messier 31 o NGC 224, es una galaxia espiral gigante. Es el objeto visible a simple vista más alejado del planeta Tierra. Se encuentra a 2,9 millones de años luz (920 kpc) en dirección a la constelación de Andrómeda. Es la más grande de las galaxias del Grupo Local, que consiste en aproximadamente 30 pequeñas galaxias más tres grandes galaxias espirales: Andrómeda, nuestra Vía Láctea y la Galaxia del Triángulo.

Andrómeda tiene una masa calculada de entre 300.000 y 400.000 millones de masas solares: aproximadamente una vez y media la masa de la Vía Láctea. Sin embargo, con las mejoras en las mediciones y los datos obtenidos algunos científicos creen que la Vía Láctea contiene mucha más materia oscura y podría ser más masiva que M31. Cabe subrayar que esta galaxia se está acercando a la Vía Láctea y al Sistema Solar a unos 140 kilómetros por segundo y se cree que de aquí a aproximadamente 3.000 millones de años pudiera colisionar con la nuestra y fusionarse ambas formando una gigante elíptica.

Esta galaxia, juega un papel importante en los estudios galácticos, puesto que es la gigante espiral más cercana. En 1943 Walter Baade fue el primero en discernir estrellas dentro de la región central de la galaxia de Andrómeda. Edwin Hubble identificó como perteneciente al tipo estrella variable Cefeida por primera vez en fotografías de ésta galaxia, permitiendo así determinar la distancia a la que se encontraba.

Robin Barnard, de la Open University, ha detectado 10 fuentes de rayos X en la Galaxia de Andrómeda (publicados el 5 de abril de 2004), utilizando observaciones del observatorio orbital XMM-Newton de la Agencia Espacial Europea. Su hipótesis es que pueden ser posibles candidatos a agujeros negros o estrellas de neutrones, que calientan el gas entrante a millones de grados emitiendo rayos X. El espectro de las estrellas de neutrones es el mismo que el de los supuestos agujeros negros, pero se distinguen por sus masas.

En 1991 la Cámara Planetaria a bordo del Telescopio Espacial Hubble fotografió el núcleo de Andrómeda. Para sorpresa de todos, presenta una doble estructura, con dos puntos nucleares calientes separados por unos pocos años luz. Observaciones terrestres posteriores han llevado a especular que, además de existir dos núcleos, estos se mueven el uno con respecto al otro y que uno de los núcleos está deshaciendo al otro, que podría ser el remanente de una galaxia más pequeña "tragada" por M31. Los núcleos de muchas galaxias son conocidos por ser lugares bastante violentos, y a menudo se propone la existencia de agujeros negros supermasivos para explicarlos.

Los astrónomos Scott Chapman, del California Institute of Technology, y Rodrigo Ibata, del Observatoire Astronomique de Strasbourg en Francia, anunciaron en 2005 sus observaciones con los telescopios Keck que muestran que el brillo tenue de estrellas que se extiende hacia fuera de la galaxia es, en realidad, parte del propio disco. Ésto significa que el disco espiral de estrellas en Andrómeda es tres veces más largo de lo estimado hasta ahora. Es una evidencia de que hay un vasto disco estelar que hace que la galaxia tenga un diámetro de más de 220.000 años luz. Los cálculos previos estimaban el diámetro de Andrómeda entre 70.000 y 120.000 años luz.

 

INFORME DE APROXIMACION

 

La decisión fue adoptada en un Consejo Global que demoró medio año luz.   El Consejo Global, recientemente reformulado, está constituido por 588 representantes de otros tantos planetas que forman parte del sistema planetario de Andrómeda.  

El Consejo Ejecutivo había recibido información de inteligencia segura respecto de la existencia de una civilización viviente en un punto del universo que fue denominado S-7, por el lugar que dicho punto-planeta ocupaba dentro del sistema planetario (SP) correspondiente a una estrella dominante.   La estrella S, que en el propio sistema era denominada Sol, poseía un pequeño sistema planetario orbital de no más de 9 a 12 puntos-planetas y después de más de 50 aproximaciones se había constatado que en uno de dichos puntos existía y funcionaba un orden civilizacional.

La idea de visitar abiertamente S-7 era controvertida para los integrantes del Consejo global del sistema planetario de Andrómeda, porque involucraba poseer un conocimiento altamente desarrollado de las características de ese "orden civilizacional", y las bases de datos históricos eran fragmentarias en extremo.  Solo se sabía que se trataba de un orden civilizacional de no más de 500.000 años terrestres, equivalentes a sólo 500 años estelares, lo que situaba a S-7 entre los puntos-planetas relativamente nuevos de la Vía Lactea.

Casi todos los riesgos fueron evaluados.  Riesgo de enfrentar un orden civilizacional menos avanzado pero extremadamente agresivo; riesgo de encontrar un orden caótico pero benevolente con los extraños, riesgo de involucrarse negativamente en las tensiones y conflictos habituales dentro de los ordenes nuevos; riesgo de ocasionar un colapso muy prolongado en dicho orden, al percatarse éste de la gigantesca brecha de atraso tecnológico que presentaba comparativamente frente a los visitantes de Andrómeda.

El Consejo Ejecutivo había propuesto al Consejo Global intentar la aproximación a S-7 mediante el envío de una expedición compuesta por 14 naves de las más tradicionales de la Flota, las que deberían llegar a dicho punto-planeta en un lapso de siete días, a fin de impedir de inmediato que su arribo sea percibido como una invasión destructiva.   Las naves debían llegar a un mismo punto geográfico y para el contacto con los habitantes de S-7 estaba previsto enviar un grupo de habitantes de Andrómeda que conocieran al menos dos de los 143 idiomas que se hablaban en ese planeta.

Los preparativos comenzaron 96 meses terrestres antes de la llegada.

 

MAGALLANES: REGION, IDENTIDAD E HISTORIA. Algunas reflexiones en el umbral del Bicentenario de la República

 

INTRODUCCION


¿Quienes somos los magallánicos?
¿Qué nos identifica y distingue?


Este ensayo tiene por ambiciosa finalidad intentar proponer una reflexión intelectual de carácter histórico y prospectivo acerca de la identidad cultural de la región de Magallanes, a la luz de tres interrogantes generales:
1° ¿Existen las identidades a nivel regional y si es así, qué elementos la constituyen, y cómo se articula ésta con la identidad nacional?
2° ¿las historias regionales han sido suficientemente interpretadas dentro de las historias de Chile?
3° ¿Cuáles son las macro-tendencias de la región de Magallanes durante el siglo XX y cómo se vinculan con el resto de Chile?


Para los efectos de este ensayo, definimos identidad cultural como el conjunto de valores, costumbres y tradiciones, en cuanto atributos que caracterizan e identifican a un grupo humano, asociado a un territorio y a una historia comunes.

La identidad cultural según nuestra definición, tiene a la vez, una historicidad y una territorialidad.

Según la definición propuesta, la identidad de una comunidad se constituye en un patrimonio históricamente determinado, en un legado que se asienta y se vincula a un territorio, pero que siempre es un dato cultural. La identidad es a la vez, acervo histórico y experiencia vital presente, las que se proyectan al futuro a través del aprendizaje (de las distintas formas de socialización) experimentadas por las generaciones sucesivas.

Se trata también, como se verá más adelante, de uno de los resultados culturales del proceso de territorialización. Este consiste en el lento y gradual proceso durante el cual un grupo humano se apropia, domina, y transforma un determinado espacio geográfico hasta convertirlo en su territorio.
Por otra parte, la identidad cultural, como proceso discursivo, intelectual y subjetivo, muy frecuentemente es definida por ciertos grupos sociales, los que asumen la representación de toda la comunidad. Es necesario subrayar por el contrario, que la identidad cultural (que se forma en un proceso interminable) no es el patrimonio exclusivo ni el emblema monopólico de ninguna clase o sector social, sino que es el resultado colectivo de complejos y prolongados procesos de síntesis, siempre inacabados, y en los que cada sector contribuye con su propia visión de mundo.


Esto es aún más evidente dentro de una comunidad regional, la que por sus dimensiones demográficas, y por su limitado espacio territorial, contiene experiencias colectivas vividas muy fuertemente. Al interior de una comunidad regional, las vivencias individuales y colectivas se encuentran más cerca de la cotidianeidad.

Esta cercanía no solamente es simbólica o subjetiva, sino que supone sobre todo, una mayor proximidad, cercanía y aprecio con el territorio.
La identidad cultural es específica y básicamente, un fenómeno situado a nivel de la conciencia colectiva. Se trata de un conjunto de atributos asumidos como propios por los habitantes de la región. Estos atributos se constituyen en un discurso de la identidad.


La región como entidad histórico-cultural y geográficamente situada, a través de su actividad regular y de su diálogo al interior de la Nación, va generando formas de autorepresentación: se trata entonces, de un discurso autojustificatorio cuyo campo comunicacional es polisémico.  La identidad cultural de una comunidad regional no es un dato fijo o estático, sino que es un proceso identificatorio, que evoluciona en el tiempo (o sea, en la Historia), y que siempre hace referencia a la condición geográfica.


La identidad –tanto para sus emisores como para sus receptores o públicos externos- se manifiesta o se verbaliza en mensajes de todo tipo: los habitantes de una región transmiten identidad siempre y en todo lugar, haya o no intención comunicativa. Puesto que en todo acto de comunicación –cualquiera sea su contenido referencial explícito- siempre existe una dimensión de comunicación identificatoria (o sea referida a la identidad del emisor), puede decirse que en una región todos sus habitantes emiten comunicación identificatoria siempre, a través de su discurso, de su organización, de su quehacer económico, social y político, de sus estilos de vida y de trabajo, de su sociabilidad, de sus modalidades de ocupación y poblamiento del territorio.
La identidad cultural de una comunidad regional es un contenido semántico adherido a todos sus productos culturales (todos los hechos materiales y humanos), los que operan como significantes.

Las tradiciones, costumbres, mitos y leyendas, estilos de vida, y modalidades de lenguaje de cada región, contienen un sello identificatorio y significativo único, caracteristico e irrepetible, y que siempre se asocia a los habitantes y al territorio que éstos habitan.

De este modo, la región –entendida como una entidad histórico-cultural única y distintiva, asentada en un lugar geográfico propio- es un territorio significante que habla de sí mismo, que se autosimboliza a través de todos y cada uno de sus habitantes y de sus asentamientos humanos.
La identidad cultural de una región es así, tanto un fenómeno de contenido material (que puede verse, comprenderse y comunicarse, a través de objetos, mensajes y productos), como un contenido simbólico, históricamente repetido, transmitido y modificado, que está inscrito en la memoria y el subconsciente colectivo de todos sus habitantes.

A medida que el grupo humano se asienta en un cierto espacio geográfico, se va apropiando material y simbólicamente de él. Al hacer cultura, el grupo humano hace historia, pero su historia siempre tiene lugar en una geografía.
Esta reflexión se realiza en el marco de los encuentros regionales sobre Identidad e Historia con miras al Bicentenario de la Independencia de Chile.

Manuel Luis Rodríguez U.

Punta Arenas - Magallanes, verano de 2002.

 

IDENTIDAD Y REGION:  MAGALLANES Y LA PATAGONIA PENSADOS DESDE LA CULTURA



¿Existe una identidad cultural magallánica?
La pregunta resulta tan pertinente como que nos acercamos a la celebración del Bicentenario de la República y merecemos reflexionar sobre los rasgos esenciales y profundos de nuestra cultura regional, proyectados en función de las tareas y desafíos que se presentan en los inicios del siglo XXI.


Los nuevos dilemas
de nuestra cultura


De todos los dilemas culturales e intelectuales a que nos enfrentamos en el presente, acaso el más acuciante es el que nos imponen los procesos de globalización, en la medida en que las fronteras (entendidas como límites fijos y controlables) tienden a diluirse y por lo tanto la circulación de símbolos, imágenes, significados y productos culturales provenientes de los más diversos orígenes se convierte en una avalancha.


La globalización se nos manifiesta en el presente como una tendencia económica y cultural que opera a escala de grandes mercados y a nivel planetario y a través de productos, símbolos y significados mundializados.()


En este nuevo escenario socio-cultural, está cambiando la escala y velocidad de los intercambios, pero sobre todo, el contenido de lo que intercambiamos.
Un número creciente de productos culturales llegan hasta nosotros, desde los rincones más remotos del planeta, mientras creemos o parecemos incapaces de exportar y penetrar sociedades y culturas exteriores con nuestros productos culturales, pero olvidamos que la diáspora magallánica en el exterior está constituída por otros tantos islotes humanos y culturales de presencia de Magallanes en el mundo.


La economía y la cultura de Magallanes estaban ya en proceso de "mundializarse", cuando se configuró en esta parte del mundo una "economía ganadera de exportación" (1880 en adelante) (ver en http://materialesdehistoria.blogia.com mi ensayo titulado "La formación del capital en la Patagonia"), de manera que llegaban a nuestras costas y a los hogares magallánicos, productos, imágenes y símbolos provenientes de Europa (de los países eslavos, de Inglaterra, de Alemania, de Italia, España o Portugal) de Norte América o de Asia, de la mano de las crecientes importaciones y de las corrientes migratorias que dieron forma y se integraron en la sociedad magallánica.


Esta etapa actual de mundialización o globalización sin emnbargo, a diferencia de los procesos anteriores, contiene nuevos desafíos para nuestra identidad regional: al diluirse las fronteras reales y virtuales, sentimos más amenazados nuestros valores regionales, recibimos un bombardeo más intenso de ofertas culturales (imágenes, productos y valores), de manera que las generaciones jóvenes del presente pueden resultar menos proclives a valorar lo nuestro, lo regional, frente al mayor atractivo relativo, que ejercen los productos culturales extranjeros.


Pero, al mismo tiempo se nos presentan los dilemas de la modernidad. Somos parte de una sociedad que se encuentra en pleno proceso de transición desde una cultura tradicional hacia una cultura con rasgos modernos, y la percepción más profunda y generalizada de esta mutación profunda es que somos incapaces de comprender totalmente la trayectoria y el contenido de los cambios que estamos experimentando.
A través de la historia regional, diversos consensos forman parte de nuestra manera regional de ver a la zona.

Uno de ellos, es el sentido territorial profundo que nos une: nos sentimos parte de un espacio geográfico lejano y aislado del centro del país. De aquí emana un segundo consenso: compartimos una visión regionalista de nuestro pasado, nuestro estado actual y nuestro futuro.


Entre los consensos mayores que comienzan a instalarse entre los magallánicos, acaso éste es el más reciente: la necesidad y la perspectiva de alcanzar la modernidad, de ser una región moderna, como una condición deseable, como un modo de vida que garantice las mejores oportunidades y un nivel de calidad de vida cada vez más satisfactorio, para todos los habitantes del país y de la región.  Resulta evidente hasta hoy, que las modernizaciónes han traído un cierto progreso material visible, pero también han acentuado y profundizado las diferencias sociales, han abierto más la brecha económica y demográfica entre la capital regional y las demás comunas y provincias, y han generado nuevas formas de exclusión social y cultural.


Todos desean la modernidad, pero las diferencias y sesgos se producen al momento de definir qué tipo de sociedad moderna queremos alcanzar, qué sociedad moderna estamos construyendo, y sobre todo, cuáles son los costos humanos, culturales y ambientales que deberá pagar el país y la región, para llegar a la condición de modernos.


Entendemos que todo proceso de desarrollo que apunte hacia la modernidad, cualquiera sea el signo de ésta, implica esfuerzos, sacrificios y costos, los que se suman a las particulares condiciones geográficas y de estructura económica y productiva de la región de Magallanes. Por lo tanto, es altamente probable que el largo paso de Magallanes a la modernidad, se vea acompañado de mutaciones sociales, económicas y culturales más difíciles que el de otras regiones del país.  La modernización capitalista en curso es una tendencia profunda del desarrollo nacional y regional, que se ha instalado en nuestras vidas en forma permanente y por muchos decenios, y por lo tanto, los ciudadanos, los grupos organizados, los actores políticos, sociales y económicos regionales sienten la necesidad de interrogarse legítimamente, sobre el tipo de región que va a resultar de ella.


Es necesario subrayar y advertir que las formas de sociabilidad, estilos de vida y costumbres individuales y colectivas que caracterizaban en forma tradicional a la comunidad magallánica, están siendo impactadas y resultarán gradual y profundamente transformadas, por la incorporación de valores, estilos y formas de trabajo típicamente modernas.


Nuestros problemas actuales y los problemas que enfrentaremos como región en el futuro previsible, son y serán los problemas de la modernidad y de la modernidad capitalista en particular: creciente individualismo en las aspiraciones y formas de pensar y de actuar; pérdida y búsqueda del sentido de las vidas; descrédito y despolitización relativa de la ciudadanía; debilitamiento y pérdida de convocatoria de las organizaciones sociales tradicionales; orientación hacia el éxito personal medido en bienes materiales; consumismo; relativismo moral...


Un tercer orden de dilemas, proviene de la crisis del Estado-nación. Nuestra cultura regional se ha alimentado en este casi siglo y medio de historia regional moderna (1843-2000), de un regionalismo anti-centralista y, al mismo tiempo, la emergencia de las tendencias regionales y regionalistas constituye un rasgo distintivo del fin de siglo y de los inicios del siglo XXI.


Pero también se nos presenta el dilema de nuestra propia condición cultural, de nuestra propia identidad como región, dentro del contexto patagónico y nacional al cual pertenecemos. Somos parte de la Patagonia y de la nación chilena, pero definirnos sólo en función de esas entidades, sería definirnos en función de razones externas, exteriores a nuestra propia condición de seres humanos de la región y de la provincia.
Por lo tanto, una primera vía de aproximación para reflexionar nuestra identidad, podría ser la de interrogarnos por nuestra condición geográfica y las formas como nosotros aprehendemos esa geografía.

Como la mayoría de las regiones fronterizas, los magallánicos y nuestra región nos constituímos en un espacio geográfico y cultural de síntesis. Síntesis de aportes culturales diversos: europeos, chilotes y chilenos de la zona central. Síntesis de imaginarios geográficos distintos: somos patagónicos, somos provincianos y somos sureños.


Magallanes:
territorios e identidades


Hay una estrecha asociación entre el desarrollo, la identidad y el crecimiento de la comunidad con el aspecto espacial o geográfico de su existencia.


De está relación nace un producto que se va constituyendo en base a las experiencias de la población con las posibilidades y oportunidades que le brinda su territorio de asentamiento, este producto es la identidad, o dicho de otra manera su identificación con un espacio determinado.
La comunidad se "enfrenta" con el territorio de modo de extraer recursos para su sobrevivencia. La zona geográfica delimitada, las posibilidades y alternativas varían de región en región, aspectos esenciales que limitan o potencian el desarrollo de la comunidad, la cual desarrolla estrategias, técnicas, conocimientos y en definitiva experiencias que definen la historia de la misma.


La historia comunitaria –en cuanto parte constitutiva de la historia regional y nacional- es el proceso de construcción de sí misma y en esta dinámica desarrolla autoconsciencia de cuáles son los aspectos que la definen. Es decir, se conforma en la evolución de sus vivencias como grupo, una identidad.
Dentro de diferentes ámbitos de las Ciencias Sociales la definición de comunidad, de región o de localidad hace referencia a sus características físicas o territoriales.
Cuando hablamos de lo regional o lo local, nos estamos refiriendo a un espacio, a una superficie territorial de dimensiones razonables para el desarrollo de la vida, con una identidad que lo distingue de otros espacios y de otros territorios y en el cual las personas realizan su vida cotidiana: habitan, se relacionan, trabajan, comparten normas, valores, costumbres y representaciones simbólicas, en síntesis el lugar percibido como propio donde nacen, viven y mueren.


El espacio regional y local, debe ser comprendido como un territorio de identidad y de solidaridad, como un escenario material y simbólico de reconocimiento cultural y de intersubjetividad, en tanto lugar de representaciones y de prácticas cotidianas.
El territorio es una variable muy trascendente en la definición de la identidad regional y/o local, aunque no es la única variable. Diferentes estudios sobre la definición de la comunidad regional o local, permiten afirmar que los siguientes son los factores básicos que la constituyen: 1) la localización geográfica; 2) la estabilidad temporal; 3) el conjunto de instalaciones, tecnologías, servicios, recursos naturales y y recursos materiales disponibles; 4) la estructura y los sistemas sociales y 5) el estilo de vida en cuanto componente de carácter identificatorio y relacional.
La identidad es siempre identidad cultural, la cual se desarrollará así como una ideología unificadora del grupo social frente a otros. Esto implica que la lengua, la tradición histórica, la raza, el territorio y otros elementos adquieren el carácter de símbolos distintivos de la identidad y se convierten en valores sociales cuya reproducción se propicia y se defiende.

La identidad se construye en un cierto ámbito físico, tiene lugar en una geografía, y la constitución de esta identidad se acompaña de un proceso de territorialización.
Complementario y paralelo a la conformación de la cultura de una comunidad, es el proceso de territorialización.


Entendemos como territorialización al proceso mediante el cual un grupo humano transforma un espacio geográfico en un territorio suyo y distintivo. Esta es la forma cómo los seres humanos inscriben su existencia individual y colectiva en la geografía que los sustenta.
En el curso de este proceso de territorialización, es decir, de conquista material y simbólica de un determinado espacio geográfico, se va configurando la cultura y la identidad del grupo humano: el conglomerado se convierte en grupo, el grupo se transforma en una comunidad, cohesionada gradualmente por las experiencias colectivas comunes.

Al apropiarse de un lugar físico, el grupo humano hace su propia historia, va creando sus propios mitos, sus leyendas, sus tradiciones, va depositando en su memoria y en su subconsciente colectivo un patrimonio de valores y tradiciones, con los cuales las sucesivas generaciones de descendientes se continuarán identificando.

En algún momento, el individuo se piensa a sí mismo, en términos de geografía, es decir, en términos de lugares, de tierra y de mar.


El proceso de territorialización es entonces, a la vez, material y simbólico. Material en el sentido de dominar la geografía, de apropiarse de ella, de controlarla, de ejercer en ella el poder, el dominio y las distintas formas de soberanía. Simbólico en el sentido de ir depositando en el subconsciente colectivo, en la memoria colectiva, los hechos históricos fundantes y fundamentales, los acontecimientos relevantes y decisivos, los hitos que marcan una trayectoria común y compartida en el tiempo.

Es importante subrayar por otra parte, que la territorialización se produce tanto sobre los espacios geográficos terrestres, como sobre los espacios marítimos, en la medida en que éstos forman parte de la misma unidad geográfica y se integran bajo una misma unidad política.
Ahora bien, ¿cuáles son los atributos geográficos de nuestra identidad? Sin lugar a dudas que están inscritos en nuestro imaginario colectivo e individual el viento, el frío y la pampa.

Estos atributos terrestres parecen contradecirse con la condición marítima de nuestra geografía y de nuestra evolución histórica.


La Historia de Magallanes comienza en el mar.


Hay en la evolución histórica de la comunidad magallánica, una profunda asociación simbólica y material entre el habitante y los espacios marítimos: por el mar se llegaba a Magallanes, por el mar se descubrió el Estrecho, por el mar se ocuparon el Estrecho y las extensas pampas, por el mar llegaban los colonos y los inmigrantes, desde el mar llegaban los productos, las noticias y la riqueza.


En el caso de Magallanes, la identidad cultural que caracteriza a este grupo humano, está conformada por todas aquellas tradiciones, costumbres y valores que se asocian a su pertenencia al territorio austral y patagónico, y a una historia común que se entronca con las diferentes culturas aborígenes, previas a la llegada de españoles y chilenos y con el acto fundacional de la Toma de Posesión del Estrecho en 1843.
Las culturas originarias del territorio magallánico, "vivieron" y transitaron por las pampas y los canales sin una intención de apropiación ni de poblamiento.


Ni los selknam ni los tehuelches o aonikenk, pretendieron dominar las estepas patagónicas, pero con su continua transhumancia fueron identificandose con estos espacios abiertos, sintiendolos suyos, viviendo de sus productos naturales y de la caza. El nomadismo terrestre de estas culturas cazadoras, los vinculó estrechamente con un conocimiento profundo y ancestral de la tierra fueguina y patagónica.
Del mismo modo, las culturas originarias marítimas (los yaganes o yámanas, y los alacalufes o kawaskar) constituyeron comunidades de nómadas a través del mar, a través de los canales australes, sin la menor intención de apropiación o poder.
Hay un nomadismo característico en todas las culturas aborígenes de la región magallánica.
A su vez, la llegada de los chilenos a la Patagonia, y la gradual ocupación del territorio hasta constituir su ekumene principal, significó la instalación de una cultura con vocación colonizadora y dominante: los nuevos colonos llegaron respondiendo a una clara intención política y geopolítica del Estado de Chile, para ejercer pleno dominio y soberanía sobre el espacio geográfico y marítimo patagónico.


Los primeros pasos de la Colonia de Magallanes dieron forma a una economía incipiente, muy vinculada a la extracción de ciertos recursos naturales que el propio territorio ofrecía: pesca, carbón, maderas
La cultura magallánica se fue construyendo, desde los últimos decenios del siglo XIX, en un largo y lento esfuerzo de descubrimiento, poblamiento, apropiación y dominio del espacio geográfico patagónico, de manera que los mares, canales, espacios oceánicos y las estepas australes, fueron dominados con el paso del tiempo, en un proceso que aún no concluye.
Por esto, en la identidad cultural magallánica hay un fuerte componente territorial, espacial, geográfico. Sin perjuicio de los duros avatares de la Historia regional (repleta de momentos de progreso y trabajo, y de dramas colectivos), esta experiencia colectiva se asienta muy firmemente en un orgullo de pertenencia al sur, en una identificación subjetiva, simbólica entre la experiencia de vivir en la región y las dificultades propias de una geografía inhóspita y un clima hostil y riguroso.
La ganadería inscribe al hombre en la pampa, la pesca inscribe al pescador en los mares y canales, la explotación petrolera inscribe al trabajador a las profundidades de la tierra, el turismo es una forma transitoria de conocer y valorar el territorio.


Vivir en Magallanes o pasar por la región, son descritos y percibidos como una experiencia extrema, como una especie de desafío, de aventura y/o de confrontación permanente con las inclemencias del tiempo y lo bizarro del ambiente geográfico.
En esta permanente confrontación del Hombre con la Naturaleza, se va construyendo la identidad cultural de los magallánicos.


Hay que entender, finalmente, que así como existe una chilenidad que nos caracteriza y distingue desde el punto de vista de la nacionalidad a la que pertenecemos, también puede hablarse de una magallaneidad que es una manera específica, particular, regional de vivir la chilenidad, en la región más austral del territorio de Chile.
Desde una perspectiva geográfica, la Historia de Magallanes se construye desde el mar y se asienta gradualmente en la costa y en la pampa patagónica.


Hay entonces, una condición marítima y oceánica propia de la región, que proviene de su geografía y que influye su evolución histórica: el mar es el punto de inicio de la Historia de la región de Magallanes, y es el ámbito determinante de su economía.
Pero, además, somos orgullosos de nuestra geografía difícil.
Nuestro imaginario cultural e identitario está fuertemente marcado por nuestra geografía, nuestro clima y por nuestra posición extrema y austral del continente y del mundo.
En síntesis, como dice Elisée Reclus, "la historia es la geografía en el tiempo y la geografía es la historia en el espacio".
Hemos sido percibidos históricamente como región lejana, distante, inhóspita. Somos el sur del sur, y nos sentimos en el fin del mundo. La asociación mental "Patagonia – Estrecho de Magallanes – Cabo de Hornos" evoca y ha evocado siempre la lejanía, lo desconocido, lo remoto y el frío.
Poco se ha reflexionado en torno a la insularidad que caracteriza al modo de ser y de pensar del magallánico. Somos individuos insulares, isleños, traemos la impronta de gente que vivía en islas (los chilotes del sur y los dálmatas de la costa adriática) y que por lo tanto, tienden al aislamiento, casi al ensimismamiento.
No solo estamos lejos del centro de Chile y del resto del mundo; además, y esto nos parece lo más relevante, mentalmente estamos lejos.


El modo de vida magallánico
frente a la geografía


El modo de vida de los magallánicos aparece fuertemente vinculado a las condiciones geográficas y climáticas del territorio.
El hecho de vivir en una región alejada y extrema del territorio nacional, impone a los magallánicos una condición diferente y diferenciadora. La geografía regional genera en sus habitantes un cierto modo de vida doméstico, intra-muros, con un fuerte apego familiar. La cotidianeidad magallánica es una vida esencialmente doméstica, hogareña y familiar centrada en la cocina y en la sala de estar, lo que subraya la importancia gravitante de la mujer como centro de la vida familiar.
Nuestras viviendas y su particular estilo constructivo, subrayan esta relación estrecha con el clima y la geografía.


El magallánico subraya su permanente confrontación con el clima y la geografía. Por lo tanto, está anímicamente preparado para soportar un invierno prolongado y riguroso: por eso también, Magallanes es la única región de Chile donde "se celebra el invierno".
El invierno es la estación del año más importante dentro de la imaginación colectiva y cultural de los magallánicos. De este modo también, el viento, el frío, la escarcha y la nieve, son "datos geográficos" incorporados en el subconsciente individual y colectivo de los habitantes de la región.
Finalmente aquí, hay que destacar dos fenómenos notables, sobre el modo de vida de la región y su relación con las condiciones geográfico-climáticas.
El primero, los magallánicos viven a un ritmo más lento y pausado que el ritmo de la vida urbana de otras regiones o de la capital. Esto produce la impresión en el visitante, de que los acontecimientos suceden más lentamente, de que simplemente "aquí no sucede nada". El trabajo, las actividades familiares, la vida cotidiana, los eventos sociales, todo ocurre con un reloj más lento, con horarios más flexibles e imprecisos, a ritmos más pausados y cansinos. ¿Se debe esto a un ritmo de vida que es impuesto por un clima riguroso y frío, o por una geografía de grandes distancias?


Lo segundo, es que los magallánicos –en general- son poco expresivos, parcos en palabras, poco expansivos en sus formas de comunicación interpersonal. ¿Esto se explica porque el frío no permite largas conversaciones ni una sociabilidad muy expresiva?


Consideraciones
sobre el folklore magallánico


Una primera afirmación que debe subrayarse es que existe un folklore magallánico.
El hecho que ésta región sea un territorio de encuentro, no impide, sino que explica que, después de más de un siglo de historia común se haya ido configurando un conjunto de tradiciones y costumbres características y distintas, que forman un folklore sureño, patagónico, austral.


Es importante considerar que en el campo magallánico se conservan numerosas tradiciones provenientes del aporte chilote, patagónico e incluso británico. Comidas, vestimentas, habla vernácula, estilos de trabajo, tradiciones musicales, todo en las estancias, cooperativas y puestos, refleja y traduce una triple influencia chilota, inglesa y argentina.
En el campo magallánico todavía perduran costumbres tradicionales típicamente patagónicas: las cuadrilla de arrieros; el manejo de los piños de ovejas mediante perros y códigos de silbidos; las comparsas de ovejeros, esquiladores, velloneros y otros obreros de temporada; el arte de montar y el dominio del caballo; el jarro de choca o de café carretero, y los porotos con chuleta de cordero; las faenas típicas de la parición, la marca, la esquila y la esquila de ojos, el baño y el encaste; el asado de cordero condimentado con "chimichurri"; el vino tomado en jarro o en bota; la marcada preferencia de los ovejeros y del hombre de campo y de pueblo en general por las rancheras mejicanas; la vestimenta de botas de cuero, pantalón bombacha, faja de cintura, casaca de cuero o mezclilla, bufanda y sombrero alón o boina.
La imagen de una cuadrilla de arrieros con sus perros y un gran piño de ovejas, en medio de una pampa abierta y desolada, refleja este mundo rural magallánico, tradicional y silencioso, donde el ovejero y su caballo son el corazón de la ganadería, y el hombre parece aferrarse a la tierra como coirón frente al viento.


Nuestro folklore es de la pampa, de las estepas desoladas, del viento, la nieve y el frío: una serie de tradiciones semi-rurales trasplantadas a la ciudad.
Por ejemplo, mientras algunos personajes y mitos típicos del folklore regional, se asocian estrechamente con la geografía regional y su ruralidad: el ovejero, el obrero del petróleo, el pescador, o la Leyenda del Calafate, otros personajes y leyendas son claramente urbanos: la Viuda Negra, el Palacio Sara Braun, el Cerro de la Cruz, el Tesoro de Cambiazo, el Río de la Mano, el dedo del Indio Patagón.


Pero, la figura del ovejero (un trabajador que tiene monumento en Magallanes, al igual que el obrero del petróleo) resulta cada vez más contradictoria y casi anacrónica, con respecto a la evolución predominantemente urbana de nuestra cultura regional.


A nivel de ciertas manifestaciones folklóricas como la música, el arte culinario y el habla popular, por ejemplo, el folklore magallánico es tributario de dos influencias: el aporte cultural del que es portadora la inmigración chilota; y la contribución de la cultura patagónica argentina, transmitida también por los constantes movimientos migratorios de los chilotes a través de ambos países.
Aún no se ha hecho un reconocimiento histórico y cultural suficiente, al aporte de la cultura chilote a la identidad magallánica. Subsiste en ciertos sectores de la sociedad magallánica una visión y una actitud peyorativa respecto a los chilotes. ¿Es este un clasismo elitista de orígen extranjero o es un etnocentrismo propiamente chileno?
La cultura magallánica y el propio desarrollo regional, como se examina a continuación, ha sido el resultado de la integración y del esfuerzo de croatas, dálmatas, italianos, españoles, ingleses, alemanes y otros europeos más el trabajo de los chilotes.


Los chilotes se convierten así en el grupo portador y migratorio más importante y masivo a través de la Patagonia chilena y argentina, en la transmisión de costumbres y tradiciones y en su fusión en una identidad cultural diferente.
A su vez, la dieta magallánica, constituída sobre la base de una integración de aportes culturales diversos, constituye un aspecto de la identidad cultural que se asocia estrechamente con las condiciones geográficas y climáticas de la zona.


Hay un evidente predominio de los platos calientes sobre los fríos, así también como el lugar central que ocupan las carnes en el arte culinario regional. Se supone que el aporte proteínico y calorífico de la dieta debe asegurar la temperatura frente al frío dominante. En Magallanes se integran cuatro aportes culturales culinarios distintos:
el arte culinario chilote;
algunos elementos de la cocina inglesa;
el arte culinario de la zona central de Chile; y
el arte culinario croata y dálmata.


Los valores esenciales
de la identidad cultural magallánica


Se proponen aquí cuatro conceptos para definir los rasgos esenciales de la identidad cultural de los magallánicos.


Un concepto pionero
de la vida y del progreso


La noción de pionero forma parte de la tradición histórica y cultural en Magallanes. Los magallánicos gustan de denominar como pioneros a los primeros colonizadores y aventureros que llegaron a estas lejanas tierras, donde se forjaron grandes fortunas.
La idea de "pionero" evoca a aquel individuo que es el primero en iniciar alguna actividad notable.
El magallánico sabe que para surgir debe enfrentarse a adversidades: contra la naturaleza difícil, contra un clima inhóspito, contra el centralismo agobiante, pero al mismo tiempo, se sabe instalado en una región cuyos recursos naturales y potencialidades de desarrollo requieren precisamente de esfuerzos pioneros.
La vida es un constante trabajo de pioneros, de gente de esfuerzo y sacrificio. Nada es fácil, todo es fruto de largos años de perseverancia.


Lucha y adaptación
frente a la adversidad geográfica


El magallánico se sabe hombre del sur, provinciano instalado en el extremo austral del país. Frente al clima y a la geografía inhóspitos, el habitante se adapta, se prepara anímicamente para enfrentar a la Naturaleza en un desafío permanente.
El magallánico se enfrenta con sus mejores medios materiales y psicológicos posibles al clima, a la lejanía, al aislamiento, a la soledad, al lugar geográfico que ha elegido como suyo.
Clima y ser humano están en una lucha permanente.


Hospitalidad
y acogida al viajero
y al extranjero


Los magallánicos reconocen e intuyen que por encontrarse en el fin del mundo habitado, en la región más austral del planeta, llegar hasta la zona es un largo y difícil viaje. Por eso traslucen en su conducta cotidiana un sentido natural de acogida, una hospitalidad cálida y sureña que los distingue: el viajero es recibido en un hogar cálido, en una cocina acogedora, en una casa resistente al viento y al frío.
Todo el que llega por primera vez a Magallanes, siente y percibe en el aire esa calidez espontánea y hospitalaria que se esconde en el trato habitual de sus habitantes.
Por eso también, el extranjero que llega a avecindarse a Magallanes, es bien recibido y puede integrarse con relativa facilidad, a excepción que su propia cultura de orígen lo induzca a no integrarse.


Integración
y síntesis de culturas


La cultura magallánica es básicamente una cultura de síntesis, de encuentro, de integración, en la medida en que en ella se encuentran aportes culturales y humanos provenientes de Chiloé, de España, de las culturas dálmata y croata, de Gran Bretaña, etc.
Luego, los magallánicos responden a una sociabilidad básica que no solo les permite aceptar algunas culturas distintas, sino que de saber integrarlas y asumirlas. Si la cultura chilena es una cultura de mestizaje (producto del encuentro y el conflicto entre españoles e indígenas originarios), la cultura magallánica es el resultado de la integración en un fondo común, de ciertos aportes europeos y del aporte cultural chilote.


Identidad e historia:
Magallanes y la Patagonia
pensados desde el pasado


¿Qué nos dice la historia frente al panorama de nuestra cultura regional?
¿Qué nos enseña la Historia frente al futuro de nuestra cultura regional?
La totalidad de los actores regionales, coinciden desde hace largos decenios que el desarrollo de Magallanes no puede ser entendido ni concebido con los mismos parámetros que el resto de las regiones de Chile.
Somos diferentes y queremos ser tratados en forma diferente y justa.
Resulta interesante observar que el conjunto del desarrollo histórico de la región de Magallanes, desde la Toma de Posesión del Estrecho, ha girado a través del tiempo en torno a un recurso natural y productivo, formando períodos largos períodos, marcados por su predominio: la época del carbón (en la etapa fundacional), la época del comercio y la navegación (entre 1880 y 1920 aproximadamente), de la lana y la ganadería (entre 1920 y 1950), la época del petróleo (desde 1950 hasta hoy...).
A su vez, la crisis de cada uno de esos recursos, fueron el rasgo determinante de la decadencia económica relativa y de la búsqueda de nuevos recursos que dieran dinamismo al progreso de la zona.


Tres son a nuestro juicio, los factores que determinan la características distintivas del desarrollo histórico de Magallanes:
la importancia estratégica, geopolítica y oceanopolítica que se le aribuye a la región de Magallanes, por su condición extrema y fronteriza, por su proximidad con el territorio antártico, por sus fragilidades demográficas en cuanto frontera interior, y por su privilegiada posición bioceánica;
la característica pionera y colonizadora de su desarrollo económico fundacional, lo que determina su estructura productiva, sus modalidades de inversión y de poblamiento, todo lo cual produce un modo de desarrollo diferente al del resto del país; y
la naturaleza específica de la identidad cultural magallánica, afirmada en un fuerte sentimiento regionalista, en el rechazo a los centralismos, en una apertura a la diversidad de aportes culturales y a una actitud pionera frente a la vida y al progreso.


La construcción histórica
del espacio magallánico:
las etapas del desarrollo regional


En cada uno de los períodos señalados para nuestra historia económica regional, el rol y gravitación del Estado y las Políticas Públicas han sido determinantes para el progreso de la región.
Esto no quiere decir que el la empresa privada no haya desempeñado una función activa y creadora. Por el contrario, el espíritu pionero que ha caracterizado históricamente a los magallánicos, se origina básicamente en una poderosa corriente de iniciativas y empuje privado, de forjadores de empresas, de creación de trabajo y de riquezas.


Lo esencial, sin embargo, es que los elementos y factores determinantes que han hecho posible el desarrollo actual de Magallanes e incluso el desarrollo de la empresa privada, han dependido fundamentalmente del rol activo, orientador e incluso planificador del Estado.


Fue el Estado el que creó en Magallanes sobre todo durante el siglo XX, la infraestructura material que ha hecho posible el desarrollo actual de la región: construyó redes de caminos y de puentes; extrajo petróleo y gas y dio orígen a la industria petrolera nacional; instaló puertos y desarrolló astilleros; pavimentó veredas y calles; levantó edificaciones públicas y construyó numerosas poblaciones de viviendas sociales; puso en funcionamiento los sistemas de educación básica, media y universitaria; vinculó a la región con el resto de Chile y el mundo, mediante la telefonía, el correo y la televisión directa; fundó nuevas localidades urbanas; mantuvo las rutas marítimas de comunicación, con las zonas más apartadas de nuestra geografía; abrió las rutas hacia la Antártica y los mares australes; construyó aeropuertos, escuelas, liceos, hospitales y policlínicos; tendió vastas redes de gas natural en toda la región, para todas las viviendas; abrió las rutas de conexión aérea con el resto del país y del mundo; realizó toda la electrificación urbana y rural.
Pero lo que construyó el Estado en el siglo XX, lo hizo sobre el esfuerzo privado del siglo XIX, sobre todo después de 1880.
El Estado en el presente y en el futuro de Magallanes, no podrá ser un actor indiferente, mutilado o subsidiario de las iniciativas privadas. En Magallanes no habrá desarrollo estable y sustentable, sin un Estado activo, dinamizador, orientador de los esfuerzos individuales, colectivos y empresariales.
Desde un punto de vista histórico, el desarrollo de Magallanes parece haber seguido las siguientes grandes etapas o fases de evolución:
una primera etapa de colonización inducida y una economía de subsistencia, entre 1843 y 1880;
una etapa pionera o de una "economía ganadera de exportación", entre 1880 y 1950 aproximadamente, al interior de la cual se manifestó una etapa de crisis prolongadas, entre 1918 y 1949;
una etapa de desarrollo basado en la producción petrolera, entre 1950 y 1980; y
una etapa de desarrollo articulado en torno a los servicios y el comercio, desde 1980 hasta el presente.
Cada una de estas etapas del desarrollo regional estuvo profundamente relacionada con una forma de cultura local y regional.


Así como en la etapa pionera o de la "economía ganadera de exportación" (), se constituyó una fuerte cultura campesina y ganadera en torno a la figura del estanciero y el trabajador ovejero, cuyos restos aún perduran entre nosotros, en la etapa del desarrollo basado en la explotación petrolera (1950-1980), parecen haberse configurado incipientemente ciertos rasgos de "cultura petrolera".
La cultura regional desde el punto de vista histórico, atravesó así desde una etapa de evolución centrada en la vida rural y ganadera (entre 1868 y 1950) a una etapa de evolución centrada en la ciudad o de "cultura urbana".
La cultura magallánica actual está profundamente marcada por esta condición urbana, lo que trae consigo nuevas interrogaciones acerca de los aportes que las distintas localidades contribuyen a esa identidad cultural: subyace entre nosotros todavía el dilema identitario "capital-provincias", de manera que los natalinos se quejan del "centralismo puntarenense" e intentan afirmar sus propios rasgos de cultura local natalina, mientras los habitantes de la capital regional parecen complacerse en su posición central y dominante incluso en la definición de "lo magallánico".


Notas sobre
el regionalismo magallánico


Toda pertenencia regional supone alguna forma de regionalismo.


Naturalmente, los magallánicos son y han sido regionalistas. Se trata de un sentimiento extendido, colectivo que se afirma en una pertenencia territorial, similar al que identifica a los grupos regionales y locales de otras zonas de la Nación.


Para los efectos de este ensayo, definimos el regionalismo como un sentimiento colectivo de pertenencia cultural y territorial asociada a un espacio regional. La idea regional históricamente se funde dentro de la idea nacional, pero la Nación nunca ha logrado borrar ni hacer olvidar los sentimientos regionalistas. El regionalismo siempre es una expresión de la identidad de los habitantes de una región, directamente asociada con su pertenencia a un territorio.
Al analizar la Historia de la Nación chilena, especialmente en su período inicial de conformación (fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX), se puede percibir claramente que los regionalismos (aún en sus formas y manifestaciones incipientes) son anteriores en Chile al sentimiento nacional: penquistas, coquimbanos, porteños y santiaguinos, se sentían más apegados a su condición regional que a su pertenencia nacional, muy especialmente en el período inmediatamente posterior a la Independencia.


No obstante ello, resulta evidente que las historias regionales no han logrado un lugar suficiente en las historias de la nación: la Historia de Chile continúa siendo, a dos siglos de evolución independiente, historia metropolitana, es decir historia centrada, ordenada, pensada y escrita en y desde la capital nacional, apareciendo las historias regionales como parciales, subsidiarias y complementarias.
A su vez, la toma de posesión de Magallanes (a mediados del siglo XIX), forma parte de la etapa final de conformación del territorio nacional, proceso en el que se fue produciendo un lento mestizaje, entre el aporte cultural del sustrato chilote y los sucesivos aportes europeos (croatas, ingleses, españoles, etc.).
Magallanes es entonces –desde sus orígenes históricos modernos- un territorio de inmigración, por lo que su identidad regionalista surgió cuando ya la sociedad magallánica estaba constituída y arraigada, y alcanzaba rasgos de creciente complejidad y cuando se comenzó a tomar conciencia de la actitud con que la región era percibida desde la capital nacional. Magallanes es territorio de inmigrantes y por lo tanto, es una cultura regional de síntesis.
Desde el punto de vista histórico, en consecuencia, el regionalismo magallánico se formó de un modo tardío (aproximadamente desde las primeras décadas del siglo XX)
No cabe dudas que el regionalismo magallánico es –al mismo tiempo- afirmación de una identidad y una condición geográfica diferente y propia, y rechazo al centralismo capitalino.


Los magallánicos son regionalistas, de un modo distinto a los regionalismos de otras regiones de Chile. Puede decirse que éste es un regionalismo extremo: estamos lejos y nos sentimos abandonados; nos sentimos diferentes y chilenos, pero nos sentimos tratados como chilenos de segunda categoría. Estamos en presencia de una especie de patriotismo regionalista: los magallánicos se sienten chilenos (aunque hayan pasado por un período de aspiraciones autonomistas), pero su chilenidad es más fuerte y más exigente, que la de otras regiones del país.
A través de la historia regional, el regionalismo magallánico ha ido evolucionando. Resulta interesante observar que en una de las regiones más regionalistas de Chile, no está escrita todavía la historia del regionalismo magallánico.
Hay un "primer tiempo" de nuestro regionalismo, marcado por las tendencias que surgieron en los primeros treinta años del siglo XX como una manifestación de rechazo al centralismo santiaguino, en un período en que entraron en crisis la economía ganadera y el comercio naviero asociado a ésta.
Era aquel un regionalismo pionero, marcado por la evidencia de los frutos del esfuerzo tesonero realizado por las primeras generaciones de emprendedores y trabajadores que, desde 1868 en adelante, habían forjado la riqueza, la expansión del ecúmene y la autonomía del desarrollo económico del Territorio.
Hay un "segundo momento" del regionalismo, hacia los años cincuenta del siglo XX, en plena mutación de la economía regional desde la ganadería extensiva hacia la explotación del petróleo, momento en el cual también se acentúa la urbanización de la población y en el que el Estado, impregnado de una visión geopolítica de la Patagonia chilena, se inserta aun más en Magallanes con mayor inversión, mayores atribuciones y mayor presencia funcionaria y militar.


Era aquel un regionalismo político, marcado por la evidencia de los avances del Estado central sobre los recursos y la riqueza de Magallanes; un regionalismo decepcionado y crítico frente al centralismo, con una percepción de olvido de las regiones extremas y agobiado por las sucesivas crisis que pusieron término a la época de oro de la ganadería (1918, 1929-1933, 1939-1945), y que significaron el colapso de la explotación carbonífera y de la industria frigorífica.
Durante esta segunda época del regionalismo, se constituyeron diversas organizaciones sociales y un partido político regionalista, y algunos de sus líderes pensaron en la perspectiva federalista...


Es posible afirmar que las distintas etapas de auge del sentimiento regionalista magallánico, se vinculan estrechamente a los grandes momentos de crisis de la economía regional: algo así como que los magallánicos sacan a relucir su regionalismo cuando están en grandes dificultades económicas.


¿Estamos todavía en la segunda época de nuestro regionalismo, o seremos capaces de pasar a una tercera época? ¿Seremos capaces de construir una idea regionalista, asentada sobre la base de movimientos y expresiones regionalistas de todo tipo y que expresen un concepto y un proyecto coherente de región hacia el futuro, más que una queja nostálgica de un pasado que no volverá?
Resulta evidente que hoy la región carece de líderes regionalistas capaces de concitar en torno suyo la suficiente y amplia legitimidad que requieren los desafíos del futuro.
Somos diferentes, nos sentimos diferentes y exigimos que se nos trate de un modo diferente. Esta diferenciación toca tanto a la propia autopercepción que los magallánicos tienen de sí mismos como comunidad regional, como a la idea que se hacen de la necesidad de que los poderes centrales del Estado consideren a Magallanes como una entidad regional diferente del resto del país.


¿Será nuestro regionalismo, también, un localismo puntarenense?
No puede negarse que al interior de la identidad cultural de los magallánicos, hay que distinguir hoy, el localismo puntarenense (con sus rasgos de predominio y hegemonía), frente a los localismos natalino y porvenireño o fueguino.
Es evidente además, que los magallánicos somos provincianos. Provincianos no solamente porque vivimos en una provincia –además alejada y extrema- del territorio nacional, sino sobre todo provincianos en el más profundo sentido metafórico y cultural del término.
Provincianos por el ritmo de vida y de actividades; provincianos por su manera de ver al capitalino; provincianos por su estrecho apego a las costumbres propias...


Aproximaciones
al concepto pionero


El desarrollo y la historia regional se han construído sobre la base de la idea pionera.
Magallanes, tierra de pioneros y aventureros...
A decir verdad, Magallanes puede ser descrito como un vasto territorio formado gracias al trabajo de muchos pioneros. La historia regional ha subrayado suficientemente la característica pionera de muchos magallánicos de orígen o de adopción, como un rasgo que se encuentra en sus habitantes tanto por su manera de enfrentar las adversidades climáticas y geográficas, como en su voluntad de emprender, de perseverar y de progresar.


En realidad, este ha sido siempre un territorio cuya geografía y cuyo clima parecen hechos para personas fuertes, duras y perseverantes. Nunca ha sido fácil vivir en Magallanes, y por eso llegaron a éstas pampas desoladas, emigrantes de los más lejanos rincones del mundo, de recia voluntad trabajadora, atraídos por los grandes mitos de la Patagonia: la lejanía del fin del mundo, las pampas australes, el Estrecho de Magallanes y el Cabo de Hornos. Posiblemente el naturalista Charles Darwin, con sus afirmaciones rotundas sobre la Patagonia, contribuyó en parte a este mito, durante la segunda mitad del siglo XIX.
Magallanes fue -no es innecesario subrayarlo- fundado inicialmente por emigrantes chilotes, que eran a su vez, marinos, artesanos y agricultores. Desde 1843 y 1848 en adelante, y sobre todo, en el activo período de la implantación de la ganadería ovina en Magallanes, las sucesivas oleadas de migración chilota, constituyeron el trasfondo humano y social más importante en la formación de los movimientos sociales magallánicos, hasta fines del siglo XX, aún cuando en el campo sindical también se integraron con el aporte de líderes de procedencia o descendencia extranjera.


Aquí llegó primero el chilote, después el inglés o el portugués o el español y después el croata y el dálmata.
Aquí emigraron y se forjaron sus familias, en el lento transcurrir del tiempo. El obrero chilote y el obrero croata tenían mucho en común y a su vez, tenían profundas diferencias: ambos eran isleños, ya que provenían de territorios en forma de archipiélago, de islas semi-cerradas al contacto con el mundo, por lo que estaban imbuídos de fuertes tradiciones individualistas y familiares, de creencias religiosas y de mitos y leyendas; ambos provenían de mundos culturalmente rurales, es decir, ancestralmente apegados a la tierra. Pero ambos representaban dos lógicas distintas frente al dinero, frente al trabajo, frente al ahorro.
Por ello -hay que decirlo y reconocerlo- el chilote y el croata o el dálmata no se mezclaron, no constituyeron una síntesis de mestizaje como en otras regiones de Chile, guardando entre sí una notoria distancia cultural y humana. () Ello no les impidió trabajar juntos.


Las migraciones eslavas procedentes de Europa hay que asociarlas con los distintos momentos de crisis e incluso de guerras que ha vivido el viejo continente, mientras que las primera dos oleadas de migración chilota hacia Magallanes (sin contar con los procesos colonizadores desde 1843 en adelante), se produjeron entre 1894 y 1899, y a continuación se fueron produciendo lentos procesos de inmigración, radicación y poblamiento durante toda la primera mitad del siglo XX.


Pero la diferencia entre ambos (que se fue notando después de una o dos generaciones), y desde del punto de partida que les otorgó el espacio magallánico y patagónico, fue el distinto sentido del ahorro: el obrero chilote, trabajador y abnegado en su labor, podía gastar todo su salario de la temporada, en un fin de semana de juergas, en un curanto, un "pulmay" o un "reitimiento", mientras el obrero yugoeslavo (pensando aún en su lejana tierra) ahorraba metódicamente y juntaba centavo a centavo su dinero, y se privaba de todas las comodidades "burguesas", hasta hacerse de un pequeño capital.
No puede negarse que al cabo de una o dos generaciones, el chilote seguía siendo obrero (o lograba hacerse de una pequeña parcela: ¡el apego a la tierra una vez más!...), mientas el croata se instaló con su pequeño almacén de menestras o su carnicería, en un barrio de la ciudad.


Ambos mundos se encontraron inicialmente (había chilotes y "austríacos" (), por ejemplo, en los gremios de los años diez y entre los fundadores de la Federación Obrera), pero muy rara vez se mezclaron socialmente: chilotes y yugoeslavos no se casaban entre sí (cortejar a una chilota o "chilena" era mal visto en la comunidad croata y viceversa...) sino que sólo se tejieron nuevas familias dentro de su propio universo social de pertenencia.
Como producto de esta gradual diferenciación social y económica, ya hacia los años treinta y cuarenta, los inmigrantes de nacionalidades europeas abandonaron el mundo sindical (sólo volvieron al sindicato los hijos o los nietos de los primeros inmigrantes) y los obreros chilotes fueron predominantes en número dentro de las organizaciones.
Este territorio fue desde sus inicios, y sobre todo durante la ultima mitad del siglo XIX y primera mitad del siglo XX, un espacio abierto a las voluntades fuertes y pioneras.


En este sentido, aquí cabría ampliar el concepto usual de "pionero".
Magallanes lleva el sello mítico y real, de haber sido una tierra forjada por pioneros, por gente osada que abrió caminos y horizontes, que emprendió proyectos y que con su trabajo, fueron los primeros en su actividad: así sin duda, fueron pioneros los comerciantes, industriales y empresarios chilenos y extranjeros de todo tipo y nacionalidad, que emigraron en busca de nuevos horizontes, muchos de ellos aventureros y audaces, que arriesgaron capital y esfuerzo con perseverancia y empeño; pero fueron también pioneros los obreros, colonos, agricultores y artesanos chilotes que se instalaron paulatinamente en la Patagonia, que trabajaron el campo y la ciudad, los bosques y las montañas, la pampa y el mar; así como fueron pioneras las mujeres que vinieron al extremo austral del mundo, acompañando a sus maridos, hermanos y parientes, y que forjaron hogares y familias.
En este contexto, y siempre en términos de historia del trabajo, la presencia y el aporte chilotes, que se puede observar simplemente en los nombres de los dirigentes sindicales obreros, debe ser considerado un factor fundamental en el desarrollo de la historia social y política de Magallanes.


Pero, además y sobre todo, cuando en la Patagonia y en Magallanes se habla de historia social, se está hablando también de una historia del trabajo, y el trabajo en Magallanes lo realizaron a lo largo de este siglo de historia, muchos chilenos y extranjeros inmigrantes pero principalmente los chilotes: primero llegaron aquí a Magallanes obreros escoceses, ingleses y malvinenses, y después vinieron masivamente los chilotes, aprendieron las técnicas de trabajo de aquellos europeos y fueron a continuación quienes contribuyeron mayoritariamente con su trabajo, con sus herramientas y su experiencia y sabiduría prácticas, con su empeño y esfuerzo, para que se desarrollen la ganadería, la industria y el comercio, en la medida en que ellos (o sus hijos y descendientes) fueron los obreros de los frigoríficos, de mar y playa, los ovejeros y los puesteros, los empleados de las oficinas y las industrias que hicieron funcionar los rodajes esenciales de las empresas regionales.
Pero también, la conquista inicial de la Patagonia chilena, desde las costas del Estrecho de Magallanes, así como la fundación de Punta Arenas, fue obra de los colonos chilotes, desde la expedición de la Goleta "Ancud" en adelante.
Además -y este el esfuerzo común que realizaron- los chilotes llegados a Magallanes no trabajaron solos; aquí se encontraron con comerciantes, industriales y artesanos extranjeros emigrados: ingleses, escoceses, alemanes, eslavos en general, franceses, italianos y españoles, entre otras nacionalidades, quienes, al igual que los inmigrantes del sur de Chile, trajeron sus conocimientos, su experiencia, su sabiduría, sus estilos y disciplinas de trabajo, y juntos hicieron territorio y levantaron el progreso de Magallanes.


Es importante poner de relieve aquí que los inmigrantes chilotes que descendieron al sur hacia la Patagonia chilena y argentina, eran básicamente agricultores (de la papa y el trigo) y artesanos de la madera y la pesca, y hubieron de convertirse en ovejeros y ganaderos, lo que debe haber significado lentos y costosos procesos de adaptación y cambio de hábitos, costumbres, estilos y ritmos de trabajo.


(Texto presentado en el año 2002 a la Comisión Bicentenario.  Obviamente, este ensayo no fue seleccionado dado su énfasis crítico.)

 

RELACIONES INTERNACIONALES: LAS GRANDES ESCUELAS TEORICAS

PRESENTACION

Estas notas tienen por objeto examinar los principales postulados de las principales escuelas teóricas que definen las Relaciones Internacionales como un campo disciplinario específico.

Manuel Luis Rodríguez U.

Punta Arenas - Magallanes, invierno de 2006.

 

LAS GRANDES ESCUELAS

 

Las relaciones internacionales como área particular de investigación
académica es mayormente un fenómeno propio del siglo XX.

Sus raíces históricas como disciplina independiente
provienen de la historia diplomática, suponen un acercamiento hacia el
entendimiento de las relaciones internacionales enfocado en la descripción
de eventos históricos, en contraste a la mera búsqueda de explicaciones teóricas.

La gran devastación producida por la Primera Guerra Mundial destruyó el
ambiente de comodidad que había hecho posible la historia diplomática como
método primordial para comprender la política internacional. Se comenzó a
desear la formulación del conocimiento sobre las relaciones
internacionales basado en un contexto teórico, lo que pudiese permitirle a
estudiosos y practicantes un mayor nivel de predicción y entendimiento
sobre la política internacional. Primordialmente, se intentaba encontrar
maneras sistemáticas para poder predecir y prevenir aspectos relacionados
a la guerra.


La escuela del idealismo político

El final de la Primera Guerra Mundial implicó una revolución paradigmática
en el estudio de la política mundial. Varias perspectivas sobre las
relaciones internacionales competían por atención, tales como el marxismo
y el socialismo nacional (fascismo). Pero, la perspectiva conocida como
idealismo político comenzó a dominar los estudios sobre las relaciones
internacionales.

Los idealistas compartían una perspectiva sobre el mundo basada en ciertas
creencias:

(1) la naturaleza humana es esencialmente altruista y, por lo tanto, las
personas son capaces de ayudarse y colaborar mutuamente;
(2) el mal comportamiento humano es resultado de instituciones y arreglos
estructurales, no proviene de la naturaleza misma de los humanos;
(3) por consecuencia, la guerra es evitable ya que es producto de ciertas
instituciones que la promueven, las cuales podrían ser neutralizadas;
(4) la sociedad internacional debería reorganizarse para reconocer a la
guerra como un problema internacional y eliminar aquellas instituciones
que la promuevan, en favor de aquellas que adelanten la paz.

Las propuestas principales de reformas idealistas consistían principalmente
de tres grupos.

Un grupo abogaba por la creación de instituciones
internacionales para reemplazar el sistema anárquico de balance de poder
que predominaba la época anterior a la Primera Guerra Mundial. Este nuevo
sistema estaría basado en el principio de la seguridad colectiva, el cual
pretende que un acto de agresión por cualquier estado sería percibido como
agresión hacia todos los estados. La Sociedad de Naciones encarnó este
principio al reflejar el énfasis idealista en la posibilidad de la
cooperación internacional como mecanismo principal para resolver problemas
globales.

Un segundo grupo de propuestas idealistas enfatizaba el control
legal de la guerra. Se buscaba resolver disputas a través de mecanismos
legales, tales como la mediación y el arbitraje. Ejemplos de estos
programas lo fueron la Corte Permanente de Justicia Internacional y la
ratificación del Pacto Kellog-Briand de 1928, el cual prohibía la guerra
como instrumento de política nacional.

Un tercer grupo de idealistas se concentraba en reducir la inversión armamentista de los
estados a través de acuerdos de control de armas y otros medios.

Usualmente se considera que la primera obra representativa del idealismo
es La paz perpetua, de Immanuel Kant.


La escuela del realismo político

El realismo como teoría política se construyó a base de entender la
historia como el resultado de la naturaleza del ser humano a codiciar el
poder y desear la dominación de otros. Siguiendo este supuesto, se
determina que la posibilidad de erradicar el instinto por el poder es una
aspiración utópica. Esto lleva a percibir la política internacional como
una lucha interminable entre aquellos actores que intentan dominar a otros
y aquellos que intentan resistir este dominio externo.

El realismo político asume que el sistema internacional es anárquico, en
el sentido de que no existe una autoridad superior a los estados capaz de
regular efectivamente las relaciones entre ellos. Además, supone que los
estados soberanos son los actores principales que componen el sistema
internacional, en vez de serlo las instituciones internacionales,
organizaciones no gubernamentales o corporaciones multinacionales. Según
el realismo, cada estado es un actor racional que busca maximizar su
posición política dentro del sistema mediante la acumulación de recursos
de poder militar y económico. Estos intentos de maximizar el poder llevan
últimamente a un balance de poder entre los actores y a la estabilidad en
el sistema internacional.

Esta perspectiva realista, también conocida como realismo clásico, comenzó
a formularse en las décadas de los 1940s y 1950s bajo las tensiones
crecientes de la Guerra Fría entre los Estados Unidos y la Unión
Soviética. Las creencias del realismo clásico de que la estructura del
sistema internacional y el deseo de acumular poder determinaban el
comportamiento de todos los estados parecían muy persuasivas dado el
ambiente de la época.

En años siguientes, el realismo clásico comenzó a ser atacado por críticos
que apuntaban hacia comportamientos en el sistema internacional que no
podían ser explicados adecuadamente por los argumentos realistas. Por
ejemplo, las nuevas instituciones que cogían vigor en Europa occidental,
en donde dominaba la búsqueda cooperativa de lograr ventajas mutuas en vez
de intentos individuales de maximizar poder, se encontraban contrarias a
los supuestos del realismo clásico.

A pesar de estas críticas, el realismo continúa teniendo relevancia
mediante nuevas teorías realistas ajustadas a la actualidad contemporánea.
Por ejemplo, el neorealismo o realismo estructural propone que la
estructura del sistema internacional, en vez del deseo por acumular poder,
dicta exclusivamente las decisiones de política exterior de los líderes
políticos.

La obra de Hans Morgenthau, especialmente Política entre las naciones, es
considerada una síntesis representativa del realismo político.


La orientación del neorealismo estructural

Para este enfoque derivado del realismo clásico, el Estado aún continúa siendo un actor importante mas no es el único
determinante, adquiriendo relevancia el sistema internacional, donde se
considera que es posible utilizar la guerra para lograr la paz pero con
límites, en este periodo surge la teoría de la sospecha, es decir, la
guerra preventiva, por tanto se hace necesario realizar acuerdos
regionales y supranacionales. Además surgen nuevos actores en el contexto
internacional, como las organizaciones internacionales, las empresas
transnacionales y actores atípicos como el terrorismo.


La escuela del neoliberalismo

El concepto de la interdependencia compleja. 

A partir de los postulados neoliberales se elabora un modelo ideal de la política
mundial opuesto al modelo característico del realismo político. Es el
modelo que llaman de interdependencia compleja. La realidad internacional
en la mayoría de los casos responderá, según estos autores, a una
situación intermedia entre ambos modelos, lo que no impide la necesidad
del modelo de interdependencia compleja en orden a analizar adecuadamente
esa realidad.

Este modelo tiene tres características principales:

a. La existencia de múltiples canales conectando las sociedades. Estos
canales serían las relaciones interestatales, transgubernamentales y
transnacionales.
b. La agenda de las relaciones interestatales consiste en múltiples
problemas que no están ordenados en una jerarquía clara y consistente.
Esta ausencia de jerarquía entre los problemas significa, entre otras
cosas, que la seguridad militar no domina consistentemente la agenda.
Muchos problemas surgen de lo que normalmente se considera política
interior y la distinción entre problemas internos y externos se diluye.
c. La fuerza militar no es utilizada por los gobiernos, respecto de otros
gobiernos dentro de la región o respecto de los problemas, cuando
prevalece la interdependencia compleja. Puede, sin embargo, ser importante
en las relaciones de estos gobiernos con gobiernos de fuera de la región o
respecto de otros problemas.


Estas tres características de la interdependencia compleja originan
procesos políticos distintos, que traducen los recursos de poder en poder
como control de resultados. Los objetivos variarían también en función de
las áreas de problemas al igual que la distribución de poder.


La teoria de los regímenes internacionales

La palabra régimen se refiere al modo de gobernarse en una cosa. Son
instituciones, reglamentos o prácticas de un gobierno en general. Puedes definirse como un conjunto
de condiciones regulares o estables que acompañan o causan una sucesión de
los fenómenos.

Las relaciones de interdependencia tienen lugar con frecuencia y con
afectadas en el marco de un conjunto de normas y procedimientos que
regularizan el comportamiento y controlan sus efectos. Estas series de
acuerdos de gobiernos que afectan las relaciones de interdependencia, son
los que los autores que estudian denominan regímenes internacionales.

La teoría de los regímenes internacionales en cuanto a expresión de la
interdependencia compleja que caracteriza hoy las relaciones
internacionales, marcadas por el juego conjunto de las relaciones
diplomático – estratégicas y de las relaciones económico internacionales,
constituye uno de los desarrollos teóricos más interesantes de la década
de los años ochenta del siglo XX.

La teoría de los regímenes internacionales pretende explicar en un
contexto complejo en el que el conflicto continúa siendo una realidad, las
situaciones de orden existentes en un campo concreto de actividad
internacional. Keohane y Nie definen los regímenes internacionales, en
este sentido como redes de reglas, normas y procedimientos que regulan el
comportamiento y controlan sus efectos.

La teoría de regímenes internacionales viene a presentar de alguna forma
una aproximación o reconciliación entre las interpretaciones realista e
idealista, mejor, neorrealista y globalista de las relaciones
internacionales, entrando de lleno en la corriente actualmente dominante
en este campo que afirma el pluralismo paradigmático.

 

GLOSAS AL MANIFIESTO COMUNISTA: UNA LECTURA CRITICA DESDE EL FUTURO

PROLOGO

 

El presente trabajo, elaborado en 2001, contiene una tentativa de análisis crítico y actualización de los conceptos fundamentales del Capítulo I del Manifiesto, desde la doble perspectiva intelectual y teórica de la Ciencia Política y la Sociología contemporáneas.    El texto original del Manifiesto se presenta en cursiva y en color rojo, mientras que las glosas o comentarios aparecen en letras rectas.  La versión en español de aquel clásico texto y utilizada en este análisis, se encuentra publicada en el portal web http://www.marxists.org/

Manuel Luis Rodríguez U.  Cientista Político.

Punta Arenas - Magallanes, mayo de 2001 - invierno de 2006.

 

"CAPITULO I: BURGUESES Y PROLETARIOS 

 

La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases.

Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales, en una palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces y otras franca y abierta; lucha que terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases en pugna.

El fenómeno de la división de la sociedad en clases sociales no puede ser comprendida como un prejuicio ideológico.  Constituye una realidad inherente a la organización social humana, desde después de los tiempos primitivos, el que la diferenciación social se origina en ujna diferenciación económica básica: la que distingue y separa a los productores de la riqueza, de los propietarios.   En una sociedad donde los propietarios son distintos de los productores de la riqueza económica y material, necesariamente tiene que manifestarse una asimetría social básica, estructural.   Por ello, las clases sociales y la lucha de clases no son una invención sociológica, son una realidad social que las Ciencias Sociales se han encargado de poner de manifiesto. 

En las anteriores épocas históricas encontramos casi por todas partes una completa diferenciación de la sociedad en diversos estamentos, una múltiple escala gradual de condiciones sociales. En la antigua Roma hallamos patricios, caballeros, plebeyos y esclavos; en la Edad Media, señores feudales, vasallos, maestros, oficiales y siervos, y, además, en casi todas estas clases todavía encontramos gradaciones especiales.

La moderna sociedad burguesa, que ha salido de entre las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido las contradicciones de clase. Unicamente ha sustituido las viejas clases, las viejas condiciones de opresión, las viejas formas de lucha por otras nuevas.

Nuestra época, la época de la burguesía, se distingue, sin embargo, por haber simplificado las contradicciones de clase. Toda la sociedad va dividiéndose, cada vez más, en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases, que se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado.

De los siervos de la Edad Media surgieron los vecinos libres de las primeras ciudades; de este estamento urbano salieron los primeros elementos de la burguesía.

Las modernas Ciencias Sociales han pùesto de manifiesto que una clase social no es un conglomerado homogéneo de individuos unidos por determinadas condiciones materiales.  Es mucho más que eso: una clase social es un vasto universo diverso de individuos cuyo factor común de pertenencia es el lugar que ocupan en el sistema económico y productivo, pero que además se indentifican entre sí por determinadas mentalidades, por determinados modos de pensar, modos de conciencia y modos de actuar en el mundo social, económico, político y cultural.

Cada clase social forma parte de un sistema de clases, y se constituye en un tipo de estratificación social en el que la posición social de un individuo se determina básicamente por criterios económicos y materiales. Reconocemos que el sistema de clases sociales es característico de las sociedades modernas. En toda sociedad moderna se reconoce una mayor movilidad social que en otros sistemas de estratificación social. Eso significa que todos los individuos tienen supuestamente la posibilidad de escalar o ascender en su posición social por su mérito u otro factor. La consecuencia de la formación de las modernas clases sociales fue la desaparición de las organizaciones estamentarias donde cada persona esta ubicada según la tradición en un estrato específico, normalmente para toda la vida. Sin embargo, pese a estas posibilidades de ascenso, el sistema de clases no cuestiona la desigualdad en sí misma, sino solo la describe. La clase social a la que pertenece un individuo determina sus oportunidades, y se define por aspectos que no se limitan a la situación económica y material, ya que incluyen también las maneras de comportarse, las costumbres sociales, los gustos, el lenguaje, las opiniones.   También se afirma que el patrón moral de referencia y las creencias religiosas suelen corresponderse con las de un determinado status social o posición social.
  

Por ello cuando se habla de "burguesía" o de clases trabajadoras, se hace referencia a vastos conglomerados de individuos que se relacionan y se determinan entre sí, por el lugar, por la posición estructural que ocupan en la división social del trabajo, en el sistema económico de cada sociedad: la burguesía se define básicamente por su posición de propietarios y de administradores de un sistema económico capitalista y los trabajadores se definen básicamente por su posición de productores y creadores de la riqueza económica dentro del sistema capitalista, mediante el trabajo asalariado o remunerado.

Cabe subrayar que las sociedades modernas y post-modernas presentan una amplia diversificación de las categorías sociales.  Pero la existencia de grandes categorías sociales que se diferencian entre sí por su ubicación distinta y antagónica dentro del orden socio-económico constituye una realidad ineludible en la sociedad capitalista.

Pero, ¿cómo se ha llegado a esta gigantesca acumulación de capital, de plusvalía y de riqueza en el orden capitalista imperante?  El Manifiesto analiza la historia política y económica desde el siglo XV en adelante, en los términos siguientes.

El descubrimiento de América y la circunnavegación de Africa ofrecieron a la burguesía en ascenso un nuevo campo de actividad. Los mercados de la India y de China, la colonización de América, el intercambio con las colonias, la multiplicación de los medios de cambio y de las mercancías en general imprimieron al comercio, a la navegación y a la industria un impulso hasta entonces desconocido, y aceleraron con ello el desarrollo del elemento revolucionario de la sociedad feudal en descomposición.

La antigua organización feudal o gremial de la industria ya no podía satisfacer la demanda, que crecía con la apertura de nuevos mercados. Vino a ocupar su puesto la manufactura. El estamento medio industrial suplantó a los maestros de los gremios; la división del trabajo entre las diferentes corporaciones desapareció ante la división del trabajo en el seno del mismo taller.

Pero los mercados crecían sin cesar; la demanda iba siempre en aumento. Ya no bastaba tampoco la manufactura. El vapor y la maquinaria revolucionaron entonces la producción industrial. La gran industria moderna sustituyó a la manufactura; el lugar del estamento medio industrial vinieron a ocuparlo los industriales millonarios -jefes de verdaderos ejércitos industriales-, los burgueses modernos.

La gran industria ha creado el mercado mundial, ya preparado por el descubrimiento de América. El mercado mundial aceleró prodigiosamente el desarrollo del comercio, de la navegación y de los medios de transporte por tierra. Este desarrollo influyó, a su vez, en el auge de la industria, y a medida que se iban extendiendo la industria, el comercio, la navegación y los ferrocarriles, desarrollábase la burguesía, multiplicando sus capitales y relegando a segundo término a todas las clases legadas por la Edad Media.

El sistema capitalista entonces, como se expresa hasta aquí, es el resultado histórico de un prolongado proceso de acumulación de riquezas y de expansión económica y geográfica de los mercados.  "La gran industria ha creado el mercado mundial..." dice El Manifiesto y eso es precisamente lo que estamos observando en los inicios del siglo XXI: una poderosa expansión -en forma de globalización de los mercados y de los intercambios- de toda la estructura capitalista de producción, alcanzando ahora los límites del conjunto del sistema-planeta.  La industria básica se ha convertido en industria tecnologizada e informatizada; la banca ha devenido la industria bancaria y de las finanzas; el comercio ha devenido la industria de la compraventa; la construcción ha devenido la industria inmobiliaria...

Ejemplar es aquí el caso de la "economía ganadera de exportación" que se constituyó en la Patagonia chileno-argentina desde fines del siglo XIX en adelante. A partir del la expansión del capital comercial vinculado a centros financieros ingleses, se constituyó en la Patagonia -desde 1880 en adelante aproximadamente- una industria ganadera extensiva cuyos productos (lanas, carnes, cueros) fueron exportados a los mercados británicos y europeos, produciendo gigantescas ganancias para un puñado de terratenientes y empresas ganaderas, y generando una corriente de circulación de capitales, de bienes y de mano de obra cuyo trabajo masivo y producción manufacturera contribuyeron decisivamente a la riqueza material y económica de Magallanes y Santa Cruz hasta 1920.   Esta economía ganadera de exportación hizo crisis con los efectos de la I y la II Guerra Mundial sobre el comercio marítimo entre los puertos de la Patagonia y los mercados ingleses, la apertura del canal de Panamá, con la invención de las fibras sintéticas y la gran depresión de 1929.  

Dentro de este particular "modo de producción patagónico", el desarrollo del comercio de exportación, de la navegación marítima de cabotaje e interoceánica y la formación de la banca regional, constituyeron una burguesía regional abierta al mundo, más precisamente una oligarquía local con fuertes lazos de dependencia con Buenos Aires y Londres.

Y este proceso expansivo del capitalismo, desde el siglo XV hasta el presente, se ha producido acompañado con la transformación del aparato político y de poder.   El Estado de la clase dominante es el Estado burgués, democrático, autoritario o autocrático que preside la estructura política de la sociedad moderna.

La burguesía moderna, como vemos, es ya de por sí fruto de un largo proceso de desarrollo, de una serie de revoluciones en el mundo de producción y de cambio.    Cada etapa de la evolución recorrida por la burguesía ha ido acompañada del correspondiente progreso político. Estamento bajo la dominación de los señores feudales; asociación armada y autónoma en la comuna; en unos sitios, República urbana independiente; en otros, tercer estado tributario de la monarquía; después, durante el periodo de la manufactura, contrapeso de la nobleza en las monarquías estamentales, absolutas y, en general, piedra angular de las grandes monarquías, la burguesía, después del establecimiento de la gran industria y del mercado universal, conquistó finalmente la hegemonía exclusiva del poder político en el Estado representativo moderno. El gobierno del Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa.

El Estado feudal, o colonial, como el que se conoció en las colonias americanas conquistadas por los europeos desde el siglo XV y XVI, fue desapareciendo gradualmente reemplazado por un estado dominado por la burguesía.  ¿No fue acaso ese mismo proceso de apropiación del poder político el que sucedió inmediatamente terminadas las revoluciones de la independencia en América, a principios del siglo XIX?  ¿Quiénes se quedaron en los cargos claves del poder en las nacientes repúblicas latinoamericanas? La misma burguesía mestiza, la misma oligarquía terrateniente y comerciante que se había rebelado contra los españoles.  

Aquí, el poder político pasó de los funcionarios españoles enviados por la Corona a los comerciantes, abogados y dueños de fundos, de minas o de égidos que detentaban ya gran parte del poder económico en estas alejadas provincias del imperio hispano.

Esta burguesía, esta oligarquía se encargó de echar por tierra, y declarar obsoletas todas las creencias que no servían a sus propios intereses.  ¿Cuando se eliminó la esclavitud en Chile?  Cuando los dueños de esclavos ya no los necesitaban y su posesión era innecesaria...!

A lo largo de dos siglos de historia republicana, como en Chile o en América Latina en general, el Estado ha sido, salvo breves excepciones históricas, el representante político e institucional de la clase económicamente dominante.

Las democracias representativas son por otra parte, el resultado de largos años de luchas políticas y sociales para conquistar el derecho a voto, y los demás derechos consagrados en la cultura política moderna.   Pero esas democracias representativas dentro del sistema capitalista, han funcionado eficientemente como sistemas que permiten una representación cada vez más minoritaria y clasista de las clases gobernantes y dominantes.   Estos sistemas representativos además, han clausurado casi completamente el ejercicio de la soberanía constituyente que pertenece originariamente a la nación, a toda la ciudadanía.

En las condiciones de la globalización capitalista del siglo XXI, el Estado -minado desde su interior por las demandas regionalistas, localistas, federalitas, étnicas y territoriales y desde el orden internacional por las corporaciones globales y las nuevas estructuras de poder supranacional y supraestatal- seguirá poseyendo esa facultad primordial de constituirse en el factor de cohesión de una formación social, de punto de condensación de las contradicciones sociales y políticas, de estructura en la que se concretan las asimetrías sociales que atreviesan a una sociedad determinada.

El Estado moderno es el factor de orden, opera como principio de organización de una sociedad históricamente determinada y como factor de regulación del equilibrio general del sistema de dominación.    Esto significa que -siempre en el contexto capitalista globalizado actual y futuro previsible- el Estado como organización institucional y política y el sistema socio-económico, se articulan como una sola unidad, como un solo gigantesco mecanismo de dominación sobre la sociedad, sobre las distintas categorías sociales que componen una formación social dada. El Estado moderno y el orden económico capitalista actuales funcionan imbricados, asociados, estrechamente vinculados.

La burguesía ha desempeñado en la historia un papel altamente revolucionario.

Dondequiera que ha conquistado el poder, la burguesía ha destruido las relaciones feudales, patriarcales, idílica. Las abigarradas ligaduras feudales que ataban al hombre a sus ‘superiores naturales’ las ha desgarrado sin piedad para no dejar subsistir otro vínculo entre los hombres que el frío interés, el cruel ‘pago al contado’. Ha ahogado el sagrado éxtasis del fervor religioso, el entusiasmo caballeresco y el sentimentalismo del pequeño burgués en las aguas heladas del cálculo egoísta. ha hecho de la dignidad personal un simple valor de cambio. Ha sustituido las numerosas libertades escrituradas y adquiridas por la única y desalmada libertad de comercio. En una palabra, en lugar de la explotación velada por ilusiones religiosas y políticas, ha establecido una explotación abierta, descarada, directa y brutal.

La burguesía ha despojado de su aureola a todas las profesiones que hasta entonces se tenían por venerables y dignas de piadoso respeto. Al médico, al jurisconsulto, al sacerdote, al poeta, al hombre de ciencia, los ha convertido en sus servidores asalariados.   La burguesía ha desgarrado el velo de emocionante sentimentalismo que encubría las relaciones familiares, y las ha reducido a simples relaciones de dinero.

La burguesía ha revelado que la brutal manifestación de fuerza en la Edad Media, tan admirada por la reacción, tenía su complemento natural en la más relajada holgazanería. Ha sido ella la primera en demostrar lo que puede realizar la actividad humana; ha creado maravillas muy distintas a las pirámides de Egipto, a los acueductos romanos y a las catedrales góticas, y ha realizado campañas muy distintas a las migraciones de los pueblos y a las Cruzadas.

Probablemente los ciudadanos del presente siglo XXI no hemos terminado de racionalizar el enorme peso dominante que tiene el dinero en las relaciones sociales.  Gracias a un sistema capitalista que ha llegado a permear todas las formas de vida y de organización de la sociedad, el dinero ha llegado a constituirse en el fetiche mayor, en el ídolo endiosado de todas las relaciones humanas, en el símbolo supremo de status y de prestigio, en el mediador obligado de todo vínculo, en el instrumento de poder y de dominación más poderoso de nuestras sociedades.

A su vez, el anterior rol transformador de la burguesía  ha sido objeto de profundos análisis.   Pero resulta evidente en la historia desde la modernidad en adelante, que la burguesía, la clase propietaria, fue la primera que tomó consciencia del poder que tiene en sus manos: fueron los oligarcas y burgueses del siglo XVII y XVIII sobre todo en Occidente los que dieron forma a sus propias revoluciones políticas y sociales, movilizandose políticamente para derribar el poder de reyes y monarcas de derecho divino.  Es lo que hicieron en 1776 con la independencia de los Estados Unidos, en 1789 en la revolución francesa y entre 1800 y 1850 las revoluciones nacionalistas de Europa y América: cambios políticos que desplazaron a los realistas y monárquicos, para instalarse en el poder como la clase dominante.  Ese fue el rol revolucionario de las burguesías nacionales, propio de los siglos XVIII y XIX.

El proletariado, las clases trabajadoras a su vez, tomaron consciencia de su lugar en la sociedad y en la historia, solo a partir de la segunda mitad del siglo XIX y primera mitad del siglo XX.  En el proceso de toma de consciencia -cuando grandes grupos sociales toman consciencia de lo que son, de su rol histórico y del lugar que tienen en la sociedad- primero fue la burguesía, los propietarios y después han sido las clases trabajadoras.   Pero esa toma de consciencia es un proceso ininterrumpido que aun continúa y que se prolongará a lo largo del siglo XXI, cuando otros sectores sociales y culturales excluídos, discriminados y explotados por el sistema de dominación actual, vayan tomando consciencia a su vez de su rol, identidad y lugar en la sociedad y busquen cambiar las condiciones de vida y las estructuras de dominación que el sistema les ha asignado.  

La burguesía no puede existir sino a condición de revolucionar incesantemente los instrumentos de producción, y con ello todas las relaciones sociales. La conservación del antiguo modo de producción era, por el contrario, la primera condición de existencia de todas las clases industriales precedentes. Una revolución continua en la producción, una incesante conmoción de todas las condiciones sociales, una inquietud y un movimiento constantes distinguen la época burguesa de todas las anteriores. Todas las relaciones estancadas y enmohecidas, con su cortejo de creencias y de ideas veneradas durante siglos, quedan rotas, las nuevas se hacen añejas antes de llegar a osificarse. Todo lo estamental y estancado de esfuma; todo lo sagrado es profanado, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas.

Espoleada por la necesidad de dar cada vez mayor salida a sus productos, la burguesía recorre el mundo entero. Necesita anidar en todas partes, establecerse en todas partes, crear vínculos en todas partes.

Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía ha dado un carácter cosmopolita a la producción y al consumo de todos los países. Con gran sentimiento de los reaccionarios, ha quitado a la industria su base nacional. Las antiguas industrias nacionales han sido destruidas y están destruyéndose continuamente. Son suplantadas por nuevas industrias, cuya introducción se convierte en cuestión vital para todas las naciones civilizadas, por industrias que ya no emplean materias primas indígenas, sino materias primas venidas de las más lejanas regiones del mundo, y cuyos productos no sólo se consumen en el propio país, sino en todas las partes del globo. En lugar de las antiguas necesidades, satisfechas con productos nacionales, surgen necesidades nuevas, que reclaman para su satisfacción productos de los países más apartados y de los climas más diversos. En lugar del antiguo aislamiento y la autarquía de las regiones y naciones, se establece un intercambio universal, una interdependencia universal de las naciones. Y esto se refiere tanto a la producción material, como a la intelectual. La producción intelectual de una nación se convierte en patrimonio común de todas. La estrechez y el exclusivismo nacionales resultan de día en día más imposibles; de las numerosas literaturas nacionales y locales se forma una literatura universal.

Merced al rápido perfeccionamiento de los instrumentos de producción y al constante progreso de los medios de comunicación, la burguesía arrastra a la corriente de la civilización a todas las naciones, hasta las más bárbaras. los bajos precios de sus mercancías constituyen la artillería pesada que derrumba todas las murallas de China y hace capitular a los bárbaros más fanáticamente hostiles a los extranjeros. Obliga a todas las naciones, si no quieren sucumbir, a adoptar el modo burgués de producción, las constriñe a introducir la llamada civilización, es decir, a hacerse burgueses. En una palabra: se forja un mundo a su imagen y semejanza.

El capitalismo y la mentalidad capitalista han transformado profundamente la sociedad humana.  Han introducido en las relaciones humanas el afán de lucro, de ganancia, de apropiación de bienes, de dominación material, de depredación de la naturaleza, como conductas normales y significativas.  El capitalismo ha sido la más poderosa maquinaria de alienación que ha creado la humanidad.

Al caer las barreras nacionales frente al efecto arrollador de la expansión capitalista, todo el sistema social, todo el orden político, toda la cultura nacional y las culturas regionales giran en torno a las relaciones económicas, como un torbellino que absorve a todo ser humano. 

La burguesía ha sometido el campo al dominio de la ciudad. Ha creado urbes inmensas; ha aumentado enormemente la población de las ciudades en comparación con las del campo, sustrayendo una gran parte de la población al idiotismo de la vida rural. Del mismo modo que ha subordinado el campo a la ciudad, ha subordinado los países bárbaros o semibárbaros a los países civilizados, los pueblos campesinos a los pueblos burgueses, el Oriente al Occidente.

La burguesía suprime cada vez más el fraccionamiento de los medios de producción, de la propiedad y de la población. Ha aglomerado la población, centralizado los medios de producción y concentrado la propiedad en manos de unos pocos. La consecuencia obligada de ello ha sido la centralización política. Las provincias independientes, ligadas entre sí casi únicamente por lazos federales, con intereses, leyes, gobiernos y tarifas aduaneras diferentes, han sido consolidadas en una sola nación, bajo un solo gobierno, una sola ley, un solo interés nacional de clase y una sola linea aduanera.    La burguesía, a lo largo de su dominio de clase, que cuenta apenas con un siglo de existencia, ha creado fuerzas productivas más abundantes y más grandiosas que todas las generaciones pasadas juntas. El sometimiento de las fuerzas de la naturaleza, el empleo de las máquinas, la aplicación de la química a la industria y a la agricultura, la navegación de vapor, el ferrocarril, el telégrafo eléctrico, la asimilación para el cultivo de continentes enteros, la apertura de los ríos a la navegación, poblaciones enteras surgiendo por encanto, como si salieran de la tierra. ¿Cuál de los siglos pasados pudo sospechar siquiera que semejantes fuerzas productivas dormitasen en el seno del trabajo social?

En el siglo XXI, los cambios en las fuerzas productivas y los modos de producción aparecen determinados por una creciente incorporación tecnológica.  En el presente y en el futuro, el trabajo, como proceso de transformación de la naturaleza y de la materia, irá incorporando cada vez más tecnologías y procedimientos racionales destinados a obtener el máximo de ganancia y de riqueza económica, con el máximo de explotación laboral y el mínimo de esfuerzo físico.  

En las condiciones de la globalización, el trabajo, ya sea social e individual, se deslocaliza y se diversifica, flexibilizandose las condiciones de la producción y superando los límites de las soberanías nacionales y los controles estatales.

Hemos visto, pues, que los medios de producción y de cambio, sobre cuya base se ha formado la burguesía, fueron creados en la sociedad feudal. Al alcanzar un cierto grado de desarrollo estos medios de producción y de cambio, las condiciones en que la sociedad feudal producía y cambiaba, la organización feudal de la agricultura y de la industria manufacturera, en una palabra, las relaciones feudales de propiedad, cesaron de corresponder a las fuerzas productivas ya desarrolladas. Frenaban la producción en lugar de impulsarla. Se transformaron en otras tantas trabas. Era preciso romper esas trabas, y las rompieron.

En su lugar se estableció la libre concurrencia, con una constitución social y política adecuada a ella y con la dominación económica y política de la clase burguesa.

Ante nuestros ojos de está produciendo un movimiento análogo. Las relaciones burguesas de producción y de cambio, las relaciones burguesas de propiedad, toda esa sociedad burguesa moderna, que ha hecho surgir como por encanto tan potentes medios de producción y de cambio, se asemeja al mago que ya no es capaz de dominar las potencias infernales que ha desencadenado con sus conjuros. Desde hace algunas décadas, las historia de la industria y del comercio no es más que la historia de la rebelión de las fuerzas productivas modernas contra las actuales relaciones de producción, contra las relaciones de propiedad que condicionan la existencia de la burguesía y su dominación. Basta mencionar las crisis comerciales que, con su retorno periódico, plantean, en forma cada vez más amenazante, la cuestión de la existencia de toda la sociedad burguesa. Durante cada crisis comercial se destruye sistemáticamente, no sólo una parte considerable de productos elaborados, sino incluso de las mismas fuerzas productivas ya creadas. Durante las crisis, una epidemia social, que en cualquier época anterior hubiera parecido absurda, se extiende sobre la sociedad: la epidemia de la superproducción. La sociedad se encuentra súbitamente retrotraída a un estado de súbita barbarie: diríase que el hambre, que una guerra devastadora mundial la han privado de todos sus medios de subsistencia; la industria y el comercio parecen aniquilados. Y todo eso, ¿por qué? Porque la sociedad posee demasiada civilización, demasiados medios de vida, demasiada industria, demasiado comercio.

Las fuerzas productivas de que dispone no favorecen ya el régimen de la propiedad burguesa; por el contrario, resultan ya demasiado poderosas para estas relaciones, que constituyen un obstáculo para su desarrollo; y cada vez que las fuerzas productivas salvan este obstáculo, precipitan en el desorden a toda la sociedad burguesa y amenazan la existencia de la propiedad burguesa. Las relaciones burguesas resultan demasiado estrechas para contener las riquezas creadas en su seno. ¿Cómo vence esta crisis la burguesía? De una parte, por la destrucción obligada de una masa de fuerzas productivas; de la otra, por la conquista de nuevos mercados y la explotación más intensa de los antiguos. ¿De qué modo lo hace, pues? Preparando crisis más extensas y más violentas y disminuyendo los medios de prevenirlas.

El capitalismo globalizado del siglo XXI, al igual que las sucesivas etapas anteriores de la acumulación capitalista, funcionará sobre la base de una sucesión de ciclos de crecimiento de la producción y del consumo, del incremento de la tecnificación y automatización, y de expansión de la inversión, seguida de coyunturas de crisis determinadas por la sobreproducción, el endeudamiento masivo, la inflación desatada, la inestabilidad social y política, las catástrofes ambientales y el incremento de las guerras y conflictos por la posesión de los recursos naturales y energéticos más escasos y estratégicos.

La trayectoria general del capitalismo en el siglo XXI será la de un sistema global azotado por una secuencia y diversidad de crisis de carácter económico, financiero, energético, político y ambiental.

Las armas de que se sirvió la burguesía para derribar al feudalismo se vuelven ahora contra la propia burguesía.

Pero la burguesía no ha forjado solamente las armas que deben darle muerte; ha producido también a los hombres que empuñarán esas armas: los obreros modernos, los proletarios.

En la misma proporción en que se desarrolla la burguesía, es decir, el capital, desarróllase también el proletariado, la clase de los obreros modernos, que no viven sino a condición de encontrar trabajo, y lo encuentran únicamente mientras su trabajo acrecienta el capital. Estos obreros, obligados a venderse al detalle, son una mercancía como cualquier otro artículo de comercio, sujeta, por tanto, a todas las vicisitudes de la competencia, a todas las fluctuaciones del mercado.

El creciente empleo de las máquinas y la división del trabajo quitan al trabajo del proletariado todo carácter propio y le hacen perder con ello todo atractivo para el obrero. Este se convierte en un simple apéndice de la máquina, y sólo se le exigen las operaciones más sencillas, más monótonas y de más fácil aprendizaje. Por tanto, lo que cuesta hoy día el obrero se reduce poco más o menos a los medios de subsistencia indispensables para vivir y para perpetuar su linaje. Pero el precio de todo trabajo, como el de toda mercancía, es igual a los gastos de producción. Por consiguiente, cuanto más fastidioso resulta el trabajo, más bajan los salarios. Más aún, cuanto más se desenvuelven la maquinaria y la división del trabajo, más aumenta la cantidad de trabajo bien mediante la prolongación de la jornada, bien por el aumento del trabajo exigido en un tiempo dado, la aceleración del movimiento de las máquinas, etc.

La industria moderna ha transformado el pequeño taller del maestro patriarcal en la gran fábrica del capitalista industrial. Masas de obreros, hacinados en la fábrica, son organizados en forma militar. Como soldados rasos de la industria, están colocados bajo la vigilancia de toda jerarquía de oficiales y suboficiales. No son solamente esclavos de la clase burguesa, del Estado burgués, sino diariamente, a todas horas, esclavos de la máquina, del capataz y, sobre todo, del burgués individual, patrón de la fábrica. Y este despotismo es tanto más mezquino, odioso y exasperante, cuanto mayor es la franqueza con que proclama que no tiene otro fin que el lucro.

Cuanto menos habilidad y fuerza requiere el trabajo manual, es decir, cuanto mayor es el desarrollo de la industria moderna, mayor es la proporción en que el trabajo de los hombres es suplantado por el de las mujeres y los niños. Por lo que respecta a la clase obrera, las diferencias de edad y sexo pierden toda significación social. No hay más que instrumentos de trabajo, cuyo coste varía según la edad y el sexo.    Una vez que el obrero ha sufrido la explotación del fabricante y ha recibido su salario en metálico, se convierte en víctima de otros elementos de la burguesía: el casero, el tendero, el prestamista, etc.

Pequeños industriales, pequeños comerciantes y rentistas, artesanos y campesinos, toda la escala inferior de las clases medias de otro tiempo, caen en las filas del proletariado; unos, porque sus pequeños capitales no les alcanzan para acometer grandes empresas industriales y sucumben en la competencia con los capitalistas mas fuertes; otros, porque su habilidad profesional se ve despreciada ante los nuevos métodos de producción. De tal suerte, el proletariado se recluta entre todas las clases de la población.

Las transformaciones más profundas generadas por el capitalismo global e imperial del presente y del futuro, serán los cambios en la desfera del trabajo: deslocalización y desterritorialización de los centros productivos, flexibilización y deterioro de las condiciones contractuales de trabajo, mecanización de los procesos productivos, virtualización de la base tecnológica del trabajo, son las principales mutaciones que se manifiestan en este campo.

El trabajo, tal como se le conocía en el mundo capitalista, ha hecho implosión.  El trabajo en el presente se hace más precario, se incrementa el trabajo informal, el trabajo infantil y hasta las variadas formas de esclavitud laboral que se creían superadas. Desaparecen fracciones enteras de las clases trabajadoras, arrasadas por el hundimiento y deterioro de formas y ramas de la actividad productiva, los trabajadores -individual y grupalmente considerados- hoy devienen una mercancía de precio variable, desechable y de facil manejo.  La vieja demanda de 8 horas de trabajo, ha pasado a formar parte del museo de las nostalgias de los trabajadores en casi todo el mundo, en nombre de la ideología neoliberal de la eficiencia, de la productividad, de los criterios de evaluación de desempeño y de la feroz competencia al interior del mercado laboral. 

El proletariado pasa por diferentes etapas de desarrollo. Su lucha contra la burguesía comienza con su surgimiento.

Al principio, la lucha es entablada por obreros aislados, después, por los obreros de una misma fábrica, más tarde, por los obreros del mismo oficio de la localidad contra el burgués individual que los explota directamente. No se contentan con dirigir sus ataques contra las relaciones burguesas de producción, y los dirigen contra los mismos instrumentos de producción: destruyen las mercancías extranjeras que les hacen competencia, rompen las máquinas, incendian las fábricas, intentan reconquistar por la fuerza la posición perdida del artesano de la Edad Media.

En esta etapa, los obreros forman una masa diseminada por todo el país y disgregada por la competencia. Si los obreros forman masas compactas, esta acción no est todavía consecuencia de su propia unión, sino de la unión de la burguesía, que para alcanzar sus propios fines políticos debe -y por ahora aún puede- poner en movimiento a todo el proletariado. Durante esta etapa, los proletarios no combaten, por tanto, contra sus propios enemigos, sino contra los enemigos de sus enemigos, es decir, contra los restos de la monarquía absoluta, los propietarios territoriales, los burgueses no industriales y los pequeños burgueses. Todo el movimiento histórico se concentra de esta suerte, en manos de la burguesía; cada victoria alcanzada en estas condiciones es una victoria de la burguesía.

Pero la industria, en su desarrollo, no sólo acrecienta el número de proletarios, sino que les concentra en masas considerables; su fuerza aumenta y adquieren mayor conciencia de al misma. Los intereses y las condiciones de existencia de los proletarios se igualan cada vez más a medida que la máquina va borrando las diferencias en el trabajo y reduce el salario, casi en todas partes, aun nivel igualmente bajo. Como resultado de la creciente competencia de los burgueses entre sí y de las crisis comerciales que ella ocasiona, los salarios son cada vez más fluctuantes; el constante y acelerado perfeccionamiento de la máquina coloca al obrero en situación cada vez más precaria; las colisiones entre el obrero individual y el burgués individual adquieren más y más el carácter de colisiones entre dos clases. Los obreros empiezan a formar coaliciones contra los burgueses y actúan en común para la defensa de sus salarios. Llegan hasta formar asociaciones permanentes para asegurarse los medios necesarios, en previsión de estos choques eventuales. Aquí y allá la lucha estalla en sublevación.

En el presente y en el futuro, sin embargo, a una desmasificación del trabajo y de los trabajadores como categorías laborales, se acompaña una segmentación mayor del mundo laboral.  

Los trabajadores de hoy se niegan a ser tratados como masas anónimas, en nombre del reconocimiento de las identidades personales, sociales, culturales, religiosas y étnicas.  Probablemente serán los trabajadores del futuro uno de los componentes claves de las multitudes inteligentes que pueden constituir el "sujeto histórico" de los cambios sociales, junto a otras categorías sociales.

Las revoluciones sociales, que tanto pavor provocan en los dueños del poder, se producen en las calles y en las instituciones, solo después que se han revolucionado las mentes y las consciencias.  Y esas transformaciones profundas y prolongadas del orden social ocurren a condición que "los de abajo" tengan plena consciencia y voluntad de que no quieren seguir siendo dominados y gobernados como hasta ahora y deciden tomar los asuntos públicos en sus manos, y que "los de arriba" perciban claramente que no pueden seguir dominando y engañando como hasta ahora.

A veces los obreros triunfan; pero es un triunfo efímero. El verdadero resultado de sus luchas no es el éxito inmediato, sino la unión cada vez más extensa de los obreros. Esta unión es propiciada por el crecimiento de los medios de comunicación creados por la gran industria y que ponen en contacto a los obreros de diferentes localidades. Y basta ese contacto para que las numerosas luchas locales, que en todas partes revisten el mismo carácter, se centralicen en una lucha nacional, en una lucha de clases. Mas toda lucha de clases es una lucha política. Y la unión que los habitantes de las ciudades de la Edad Media, con sus caminos vecinales, tardaron siglos en establecer, los proletarios modernos, con los ferrocarriles, la llevan a cabo en unos pocos años.

Esta organización del proletariado en clase y, por tanto, en partido político, vuelve sin cesar a ser socavada por la competencia entre los propios obreros. pero resurge, y siempre más fuerte, más firme, más potente. Aprovecha las disensiones intestinas de los burgueses para obligarles a reconocer por la ley algunos interese de la clase obrera; por ejemplo, la ley de la jornada de diez horas en Inglaterra.

Los partidos políticos son una herramienta fundamental, aunque no la única, de los que buscan los cambios sociales frente al sistema capitalista de dominación.  Sigue vigente la poderosa fuerza cuestionadora, alternativa y transformadora de los movimientos, de los actores sociales, de la sociedad civil organizada, de las formas primarias de organización que se manifiestan a escala micro-social y que los partidos y las fuerzas políticas del cambio pueden transformar en escala macro-social.   La sociedad civil organizada puede ser escuela de democracia y de solidaridad, de lucha de clases cultural, social y política, puede ejercitar el autogobierno, la autodeterminación, la horizontalidad de la participación, puede apuntar políticamente hacia los procesos y mecanismos de toma de decisión en las estructuras institucionales de poder, superando los procedimientos meramente consultivos.

Los trabajadores o los productores, en la época del capitalismo globalizado, parecen tender a diversificar sus preferencias ideológicas y políticas, en la medida en que el individualismo predominante alcanza a diluir su disposición de resistencia a las condiciones laborales que les son impuestas por el sistema.  Aquí entonces, el individualismo alienante y desocializado que propone el sistema, entra en colisión con la exasperación por la miseria, las bajas remuneraciones, los atropellos cotidianos a la dignidad del trabajador y las condiciones generales del trabajo.

En general, las colisiones en la vieja sociedad favorecen de diversas maneras el proceso de desarrollo del proletariado. La burguesía vive en lucha permanente; al principio, contra la aristocracia; después, contra aquellas facciones de la misma burguesía, cuyos intereses entran en contradicción con los progresos de la industria, y siempre, en fin, contra la burguesía de todos los demás países. En todas partes estas luchas se ve forzada a apelar al proletariado, a reclamar su ayuda y a arrástrale así al movimiento político. De tal manera, la burguesía proporciona a los proletarios los elementos de su propia educación, es decir, armas contra ella misma.

Además, como acabamos de ver, el progreso de la industria precipita a las filas del proletariado a capas enteras de la clase dominante, o, al menos, las amenaza en sus condiciones de existencia. También ellas aportan al proletariado numerosos elementos de educación.

Finalmente, en los periodos en que la lucha de clases, se acerca a su desenlace, el proceso de desintegración de la clase dominante, de toda la vieja sociedad, adquiere un carácter tan violento y tan agudo que una pequeña fracción de esa clase reniega de ella y se adhiere a la clase revolucionaria, a la clase en cuyas manos está el porvenir. Y así como antes una parte de la nobleza se pasó a la burguesía, en nuestros días un sector de la burguesía se pasa al proletariado, particularmente ese sector de los ideólogos burgueses que se han elevado hasta la comprensión teórica del conjunto del movimiento histórico.

De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía, sólo el proletariado es una clase verdaderamente revolucionaria. Las demás clases van degenerando y desaparecen con el desarrollo de la gran industria; el proletariado, en cambio, es su producto más peculiar.

Los estamentos medios -el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el artesano, el campesino-, todos ellos luchan contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia como tales estamentos medios. No son, pues, revolucionarios, sino conservadores. Más todavía, son reaccionarios, ya que pretenden volver atrás la rueda de la Historia. Son revolucionarios únicamente por cuanto tienen ante sí la perspectiva de su transito inminente al proletariado, defendiendo así no sus intereses presentes, sino sus intereses futuros, por cuanto abandonan sus propios puntos de vista para adoptar los del proletariado.

El lumpenproletariado, ese producto pasivo de la putrefacción de las capas más bajas de la vieja sociedad, puede a veces ser arrastrado al movimiento por una revolución proletaria; sin embargo, en virtud de todas sus condiciones de vida está más dispuesto a venderse a la reacción para servir a sus maniobras.

El problema del "sujeto histórico", es decir, del o de los sectores sociales que están llamados a producir el cambio social y la transformación del sistema económico y politico de dominación, aparece en cada gran fase de desarrollo de un determinado modo de producción.  

Cuando el capitalismo entra en una nueva fase de su desarrollo desde fines del siglo XX, hoy caracterizada por la estructuración global de los intercambios y los flujos de producción y de inversión, el sujeto histórico está centrado en las clases trabajadoras, pero se extiende también a otras categorías sociales desheredadas, discriminadas y excluídas de los beneficios del crecimiento y el desarrollo: los jóvenes, las mujeres, la tercera edad, los aborígenes y pueblos originarios, las minorías sexuales, los migrantes... 

De este modo, así como el capitalismo industrial del siglo XIX y XX produjo las desigualdades sociales que se manifestaron en la inmensa riqueza de una minoría burguesa y oligárquica transnacional, el capitalismo globalizado del siglo XXI produce nuevas asimetrías sociales, culturales, económicas y territoriales que transforman el sistema-planeta en un gigantesco mecanismo de producción y reproducción de las desigualdades anteriores.

Las condiciones de existencia de la vieja sociedad están ya abolidas en las condiciones de existencia del proletariado. El proletariado no tiene propiedad; sus relaciones con la mujer y con los hijos no tienen nada en común con las relaciones familiares burguesas; el trabajo industrial moderno, el moderno yugo del capital, que es el mismo en Inglaterra que en Francia, en Norteamérica que en Alemania, despoja al proletariado de todo carácter nacional. Las leyes, la moral, la religión son para él meros prejuicios burgueses, detrás de los cuales se ocultan otros tantos intereses de la burguesía.

Todas las clases que en el pasado lograron hacerse dominantes trataron de consolidar la situación adquirida sometiendo a toda sociedad a las condiciones de su modo de apropiación. Los proletarios no pueden conquistar las fuerzas productivas sociales, sino aboliendo su propio modo de apropiación en vigor y, por tanto, todo modo de apropiación existente hasta nuestros días. Los proletarios no tienen nada que salvaguardar; tienen que destruir todo lo que hasta ahora ha venido garantizando y asegurando la propiedad privada existente.

Todos los movimientos han sido hasta ahora realizados por minorías o en provecho de minorías. El movimiento proletario es un movimiento propio de la inmensa mayoría en provecho de la inmensa mayoría. El proletariado, capa inferior de la sociedad actual, no puede levantarse, no puede enderezarse, sin hacer saltar toda la superestructura formada por las capas de la sociedad oficial.

Las clases y categorías sociales desposeídas de la riqueza que ellos mismos producen en el sistema capitalista actual, se enfrentan a un doble dilema futuro: defender una propiedad capitalista que no les pertenece, o transformar dee arriba abajo toda la sociedad y su mecanismo de dominación, de manera que la más amplia y efectiva propiedad social haga ilusoria la ínfima propiedad individual que todos sueñan.

El cambio social, la transformación revolucionaria de la sociedad capitalista, proviene del derrumbe político e ideológico de la superestructura social y política que le da coherencia.  El sujeto histórico de los cambios sociales en el capitalismo globalizado del siglo XXI tiene entonces que conquistar las mentes, las consciencias, las hábitos y las costumbres de las multitudes, de las mayorías, de manera de reemplazar los anti-valores del lucro, del individualismo acrítico, del beneficio personal a cualquier precio, del éxito individual y el prestigio en función de la posesión de bienes materiales, del consumo por encima de la austeridad y el ahorro, de la competencia desenfrenada de unos contra otros, por los valores de la solidaridad, la libertad, el respeto a la dignidad de la persona humana, de la valoración de la diversidad, de la justicia social.

El individualismo y el peso de la costumbre y las tradiciones son los más poderosos factores de alienación del capitalismo.

Por su forma, aunque no por su contenido, la lucha del proletariado contra la burguesía es primeramente una lucha nacional. Es natural que el proletariado de cada país deba acabar en primer lugar con su propia burguesía.

Al esbozar las fases más generales del desarrollo del proletariado, hemos seguido el curso de la guerra civil más o menos oculta que se desarrolla en el seno de la sociedad existente, hasta el momento en que se transforma en una revolución abierta, y el proletariado, derrocando por la violencia a la burguesía, implanta su dominación.

Todas las sociedades anteriores, como hemos visto, han descansado en el antagonismo entre clases opresoras y oprimidas. Mas para poder oprimir a una clase, es preciso asegurarle unas condiciones que le permitan, por lo menos, arrastrar su existencia de esclavitud. El siervo, en pleno régimen de servidumbre, llegó a miembro de la comuna, lo mismo que el pequeño burgués llegó a elevarse a la categoría de burgués bajo el yugo del absolutismo feudal. El obrero moderno, por el contrario, lejos de elevarse con el progreso de la industria, desciende siempre más y más por debajo de las condiciones de vida de su propia clase. El trabajador cae en la miseria, y el pauperismo crece más rápidamente todavía que la población y la riqueza. Es, pues, evidente que la burguesía ya no es capaz de seguir desempeñando el papel de clase dominante de la sociedad ni de imponer a ésta, como ley reguladora, las condiciones de existencia de su clase. No es capaz de dominar, porque no es capaz de asegurar a su esclavo la existencia ni siquiera dentro del marco de la esclavitud, porque se ve obligada a dejarle decaer hasta el punto de tener que mantenerle, en lugar de ser mantenida por él. La sociedad ya no puede vivir bajo su dominación; lo que equivale a decir que la existencia de la burguesía es, en lo sucesivo, incompatible con la de la sociedad.

La condición esencial de la existencia y de la dominación de la clase burguesa es la acumulación de la riqueza en manos de particulares, la formación y el acrecentamiento del capital. La condición de existencia del capital es el trabajo asalariado. El trabajo asalariado descansa exclusivamente sobre la competencia de los obreros entre sí. El progreso de la industria, del que la burguesía, incapaz de oponérsele, es agente involuntario, sustituye el aislamiento de los obreros, resultante de la competencia, por su unión revolucionaria mediante la asociación. Así, el desarrollo de la gran industria socava bajo los pies de la burguesía las bases sobre las que ésta produce y se apropia lo producido. La burguesía produce, ante todo, sus propios sepultureros. Su hundimiento y la victoria del proletariado son igualmente inevitable.

En las condiciones de la globalización capitalista actual y futura previsible, el trabajo continuará siendo la fuente principal de la riqueza material y de las ganancias económicas del capital.  La afirmación de que la condición de la existencia del capital es el trabajo asalariado, significa hoy claramente que el trabajo produce el capital y la riqueza; pero, también es fuente de miserias y de pobrezas, de desigualdades, de injusticias y de asimetrías. El cambio fundamental que está experimentando el capitalismo y que determinará su evolución a lo largo del siglo XXI es la creciente incorporación y masificación del uso de tecnologías y de información en los procesos económicos y productivos. 

La acumulación de riqueza y de poder material y económico en manos de unos pocos, es una condición sine-qua-non de la existencia y del funcionamiento desenfrenado del capitalismo globalizado del siglo XXI.  Por  lo tanto, el progreso se ha transformado en una competencia despiadada de unos contra otros, de unos países contra otros países, de unas empresas contra otras empresas, trasladando subrepticiamente la lógica de la guerra al funcionamiento económico y social de nuestro mundo.  Es el caótico orden que anunciaba Hobbes: el hombre es el lobo del hombre; no hay peor enemigo del ser humano que otro ser humano.  Sobre la base de esta lógica ilógica la humanidad y cada una de nuestras sociedades solo pueden esperar para su futuro, un caos competitivo en el que solo prevalecerán los más fuertes, los mejor dotados, los que posean los mejores recursos, los que dispongan de mejor información, los que manejen mejor las TIC (tecnologías de la información y la comunicación) y quienes utilicen las más hábiles astucias para derrotar a los demás.  Triunfarán... pero no serán felices.

El trabajo de los que producen la riqueza (trabajo físico, trabajo intelectual y trabajo virtual) no puede ser solamente una competencia fría de todos contra todos: tiene que ser la expresión más profundamente humana de la creatividad, la imaginación, el esfuerzo, la solidaridad, el conocimiento y la inteligencia.

Pero si se unen los desheredados, podrán construir su felicidad y edificar una sociedad en la que todos tengan una oportunidad, en donde la libertad, la justicia, la democracia y la dignidad sean valores que impregnen todo el orden social.

 

TRABAJO, CAPITAL Y GLOBALIZACION: EL CAMBIO DE PARADIGMA. UNA MIRADA DESDE LA ECONOMIA POLITICA

 

"Lo que distingue a las épocas económicas unas de otras no es lo que se hace sino el cómo se hace, con que instrumentos de trabajo se hace. Los instrumentos de trabajo no son solamente el barómetro indicador del desarrollo de la fuerza de trabajo del hombre, sino también el exponente de las condiciones sociales en que se trabaja". (K. Marx, El Capital. Crítica de la Economía Política. Vol. I.)

 

PROLOGO

 

Este ensayo presenta una reflexión multidisciplinaria en torno a la relación entre capital y trabajo en el marco de la actual tendencia globalizadora.  Se trata de una contribución intelectual a una reflexión prospectiva, nmecesaria para desarrollar una visión global y de conjunto respecto de los cambios profundos que están sucediendo a escala planetaria dentro del actual sistema capitalista de dominación.

Manuel Luis Rodríguez U.  Cientista Político.

Punta Arenas - Magallanes, invierno de 2006. 

 

LA GLOBALIZACION COMO TENDENCIA PROFUNDA 

 

Las transformaciones estructurales que se han venido manifestando en el capitalismo mundial, obedecen tanto a una mutación de orden material-tecnológico, como a la incorporación de nuevos patrones de acumulación del capital y de utilización del trabajo en el conjunton de la estructura productiva y económica.  Asistimos en esencia, al surgimiento de un capitalismo global o planetario, que se presenta a sí mismo como el paradigma "final de la historia". 

El planteamiento que presenta K.Marx sobre los instrumentos de trabajo (en la nota introductoria) es de particular  significación para la valoración del tránsito hacia una nueva  época económica del capitalismo iniciado a finales del siglo XX y que durará presumiblemente a lo largo de la primera mitad del siglo XXI, en momentos en que la sociedad contemporánea está asistiendo a una revolución sin precedentes, manifestada en el avance impetuoso de una revolución científico técnica, con efectos profundos en esferas claves para el desarrollo, ampliando la posibilidad de mayores vínculos entre los integrantes de la economía mundial.

Tales transformaciones estructurales a las que estamos asistiendo tienen en su base, el surgimiento de un nuevo paradigma tecno-económico, resultante de la revolución tecnológica, caracterizada como la revolución electrónica-informática, y que se traduce en cambios fundamentales en las telecomunicaciones, la microbiología, la computarización, y que tienen impactos profundos y duraderos en la esfera del trabajo humano.

En comparación con las revoluciones económicas e industriales anteriores, asistimos ahora a la manifestación de los impactos de las innovaciones en la esfera tecno-productiva, impactos que son mucho más radicales y globalizadores. Para establecer el vínculo entre la globalización y el nuevo paradigma tecno-económico existen algunas afirmaciones que señalan que la era previa a la globalización fue construida alrededor de los costos decrecientes del transporte; gracias a la invención del ferrocarril, la máquina de vapor y el automóvil, la gente pudo acceder a los lugares más remotos, más rápido y con costos baratos, comerciando en las plazas más lejanas a costos muy bajos.

Por  otra parte, como lo plantea Th. L. Friedman "...la era de la globalización es construida alrededor de los costos decrecientes de las telecomunicaciones", en lo que es significativo, el desarrollo de los medios de comunicación masiva, desempeñando un papel importante los satélites, sistemas de televisión por cable, fibras ópticas, e Internet, los que en su conjunto han revolucionado las comunicaciones, permitiendo quebrar las barreras del espacio y el tiempo, uniendo localidades distintas y distantes a lo largo y ancho de un espacio devenido global.

También es relevante como resultado de estas transformaciones, la aparición de nuevos productos (edición electrónica, con el CD-ROM, software educativos, microordenadores, terminales multimedia) y nuevos servicios (consulta de banco de datos en el trabajo, o en la casa, Internet). Estos servicios se apoyan en la fusión informática, la televisión, el teléfono, y el satélite a través del dominio de las tecnologías digitales. La puesta en funcionamiento de estas técnicas a través de la generalización de la informática y de los servicios, la miniaturización de los computadores y sus componentes y su conexión a redes de escala planetaria, tienden a modificar paulatinamente al mundo, y la escala en la que podemos pensar el mundo, y también impactando en los mercados financieros y las redes de información. La magnitud de interrelaciones que producen los cambios del paradigma tecno-económico a nivel del mapa mundial, ha hecho plantear la idea de que se está asistiendo a un "fenómeno de transformación civilizacional" a escala planetaria. El efecto de estos cambios ha sido una mayor inserción en la globalización, en lo que podríamos llamar un "efecto de arrastre".


LA TRANSICION A UN NUEVO PARADIGMA


Desde el punto de vista histórico, se pueden observar algunas características del paradigma tecno-económico anterior al actual, que hacen más visibles la magnitud de los cambios, los cuales indican que la economía mundial globalizada está funcionando con un mecanismo distinto al de antes. El anterior toma cuerpo entre los años 20s y 30s del siglo XX, influyendo sobre el crecimiento logrado por la economía a partir de la Segunda Guerra Mundial, presenta como características básicas los siguientes aspectos: el paradigma tecno-económico prevaleciente hasta mediados de los años setenta del siglo XX, se basó en el uso del petróleo barato y los materiales intensivos en energía, especialmente los plásticos. Ese paradigma ha entrado en crisis, sobre todo por el encarecimiento de las fuentes energéticas y por las crecientes dificultades de abastecimiento como efecto de una presencia cada vez más agresiva del imperio estadounidense en las principales zonas productoras de hidrocarburos.

A su vez, el modelo de eficiencia para la organización del trabajo en la planta industrial clásica se basó en el proceso continuo, o línea de ensamblaje para la producción masiva de productos iguales; el tipo de empresa era la "corporación", manejada por una jerarquía administrativa y gerencial, de carácter profesional y separada de la producción; su estructura incluía un departamento de investigación y desarrollo; la competencia en el mercado tomaba forma oligopólica; las ramas motrices eran las gigantes empresas petroleras, petroquímicas y otras productoras de bienes masivos energo-intensivos para los mercados de consumo y militares.

El crecimiento complementario de estas ramas permitió el desarrollo de un sector de servicios que abarcaban desde estaciones de gasolina y supermercados hasta la industria publicitaria y el sector financiero diversificado, de manera similar ocurrió en la industria de la construcción. Este sistema requería una creciente mano de obra especializada, tanto en la planta productiva como de oficina, se beneficiaba de economías de aglomeración. A nivel socio-institucional, en este contexto es relevante el papel del Estado como redistribuidor de riqueza, comprometido activamente directa e indirectamente con la economía.

A diferencia del patrón tecno-económico anterior, en el actual, con el rápido crecimiento y la amplia disponibilidad de la microelectrónica barata y, el bajo costo del manejo de la información, se están conformando y difundiendo características seculares que dan muestras de cambios en las fuerzas productivas y con ello se denota el desenvolvimiento de nuevas relaciones de producción, en la base de la reproducción capitalista. En la actualidad el uso intensivo de energía cede terreno al de información. El resultado es el desenvolvimiento de un nuevo paradigma tecno-económico, basado principalmente en la informática y las telecomunicaciones, en un nuevo modelo gerencial puesto en práctica a gran escala, originalmente experimentado por los japoneses y asumido con diversas modificaciones por los países más avanzados, y en unn nuevo patrón de referencia para el trabajo, el que se deslocaliza y se diversifica hasta el infinito.

Entre los cambios más significativos que el paradigma emergente introduce en la esfera productiva están: la organización de la producción basada en un sistema de articulación de módulos productivos de tamaño pequeño y flexible, lo que implica una adaptabilidad o flexibilidad, que permite pasar de la fábrica a gran escala a una fabricación variada correspondiente a una demanda cada vez más diferenciada; el paso de un modelo de producción intensivo en energía y materia prima a un modelo intensivo en información, conocimientos y servicios; el paso de una red flexible y descentralizada con gran autonomía, pero con una dirección estratégica.

Los resultados de estas transformaciones han sido entre otros: el uso de recursos materiales que tienden al ahorro de materiales y energía; desplazamiento del empleo a nivel micro y sectorial, y dependiente del ritmo de crecimiento a nivel macro, lo cual transforma el perfil de habilidades y conocimientos requerido por la fuerza laboral; reconstitución de las cadenas productivas, ocasionando cambios en los sistemas de comercialización, transporte y de servicios financieros, etc.

La característica más relevante de las tecnologías de información (semicomputadores, programas de computación y telecomunicaciones) y que las distingue de las olas tecnológicas anteriores (energía a vapor o electricidad) es su ubicuidad, en tanto permiten ser aplicadas a todos los sectores de la economía, sean manufacturas, la administración, los servicios o la agricultura. Son insumos importantes para la producción de bienes y servicios (como la energía a vapor y la electricidad).

Como resultado de las modificaciones mencionadas se está produciendo un cambio de perfil de las inversiones, trayendo como consecuencia la desaparición de ramas y mientras que tienden a consolidarse. Por consiguiente, la estructura de las empresas y de las economías capitalistas tienden a verse modificadas como resultado del carácter globalizante del nuevo paradigma tecno-económico. Ello es visible a través de una clasificación de ramas productivas en términos de ramas vectoras, motrices e inducidas.

Las ramas vectoras son las que hacen uso intensivo del factor clave. En el modelo anterior se destacaban los automóviles, tractores, y artículos eléctricos; en el paradigma actual, computadoras, equipos de telecomunicación e industrias de software. Las ramas motrices, son las responsables de la producción del factor clave y otros insumos, en el patrón anterior eran las grandes empresas petroleras, automotrices y petroquímicas, en el actual, las fábricas productoras de semiconductores.

La función específica de esta rama es la reducción del costo de los insumos, de manera que haya una expansión del nuevo patrón tecnológico, por lo que el crecimiento de su mercado depende de la magnitud de generalización del nuevo paradigma en la esfera de la producción. Las ramas inducidas son consecuencia de las ramas vectoras y complementarias a ellas, se nutren de la mano de obra que las ramas vectoras desplazan: en el paradigma anterior eran las gasolineras y supermercados, en el actual, servicios de software, sistemas variados de asesoría, redes de distribución y servicios de mantenimiento.


CAMBIOS EN LA ESFERA DEL CAPITAL


Es conveniente precisar algunas características sobre el impacto del nuevo paradigma tecno-económico en la empresa capitalista, debido a que en la concepción del mundo actual se tiende a construir desde el proceso de trabajo bajo una nueva lógica tanto en la producción como en los mercados.

Esta nueva estructura lleva a un nuevo tipo de empresas más flexibles, viéndose cuestionada la producción en masa frente a la producción por lotes, redefiniéndose la cuestión de la escala. En el paradigma anterior la escala óptima era siempre mayor que los mercados internos; en el nuevo paradigma las nociones de escala óptima y de configuración óptima de planta se refieren a la perfecta adecuación a las condiciones específicas de mercados de destino seleccionados.

Ello es el resultado de la introducción de controles eléctricos, electrónicos y digitales, con costos relativamente bajos para programar y realizar modificaciones en los planes de producción, siendo el efecto una mayor eficiencia al fabricarse una mayor variedad de productos. La posibilidad de combinar el diseño computarizado con la manufactura, a través de software reduce el costo relativo de la innovación, siendo uno de los componentes que se le incorpora a los índices de productividad y a la competencia. Otro de los cambios que ofrece el nuevo paradigma, es que invierte la relación oferta-demanda. Antes la demanda debía adaptarse a la oferta, actualmente las posibilidades que brindan los equipos programables a través del diseño gráfico computacional, crea las premisas para que la producción se adapte a las necesidades diferenciadas del consumidor, el cual en términos de estrategias de marketing pasa a ser el rey.

El efecto de los cambios estructurales es un tránsito de la producción en serie a la producción flexible o del "fordismo" al posfordismo, el modelo de producción en serie está basado en los incrementos de productividad obtenidos por las economías de escala y consiste en un proceso mecanizado de un producto basado en una cadena de montaje. Teniendo como unidad productiva la gran empresa estructurada según los principios de integración vertical y la división social del trabajo institucionalizada.

Este sistema empresarial está basado en la organización científica del trabajo de Taylor, y es característica de las grandes empresas capitalistas. Este tipo de producción se vio limitado por la creciente diversificación de la producción y el rápido crecimiento de internacionalización de los mercados, debido a que la demanda es cada vez más incalculable, influyendo de otra parte, la obsolescencia tecnológica. Con lo que el sistema de producción en serie ya no se adecua al cambio, volviéndose demasiado rígido y costoso, siendo sustituido por el sistema de producción flexible.

Otro de los aspectos característicos de la reestructuración tecnológica, es el crecimiento de empresas pequeñas y medianas en condiciones de alta capacidad competitiva frente a grandes empresas. Las nuevas tecnologías han hecho posible el logro de grandes cuotas de productividad en empresas pequeñas, por lo que la flexibilidad y la eficiencia ya no dependen de la escala de la planta productiva, como tampoco la productividad no depende del tamaño de la empresa. Ello se diferencia en mucho de lo que fue el sistema empresarial del capitalismo de fines del siglo XIX.16 Sin embargo, esto no significa que desaparezcan las grandes empresas, éstas continúan ocupando un papel importante en los procesos de concentración y centralización del capital de la economía global. Lo que está en crisis no son las grandes empresas sino su modelo de organización tradicional, basado en la integración vertical y la gestión funcional jerárquica.

En este entorno de transformaciones, también se evidencian variaciones en los métodos de trabajo, en los que se opone al fordismo empresarial el toyotismo, el cual se tiende a adecuar con mayor posibilidad a la forma en que opera la economía globalizada y al sistema de producción flexible. Existen autores que distinguen el toyotismo del pre y posfordismo al plantear que ésta es una nueva forma de gestionar los factores del proceso de trabajo: teniendo como rasgo típico en la experiencia japonesa de desespecialización de los trabajadores profesionales que en lugar de dispersarlos los pone a cumplir con actividades multifuncionales.

Por lo que el método de gestión llamado "toyotismo", por quienes buscan velar la teoría de la plusvalía, es un cambio radical en los métodos de trabajo que intenta transformar el antiguo modelo fordista basado en una producción de escala siempre en expansión, siendo una respuesta a la crisis capitalista dentro del proceso de trabajo, como consecuencia del ensanchamiento del mercado y de la necesidad de reducir los costos "superfluos" del capital, tanto constante como variable. Su modelo es la "fábrica mínima" reduciendo tanto las existencias de stock como de materias primas lo que está vinculado a una importante reducción del personal.

Junto a la introducción de nuevas maquinarias, se busca liquidar la "rigidez" del trabajo asociado a la cadena de montaje del fordismo incorporando modalidades como la polivalencia y el trabajo en células, lo cual consiste en que un obrero o equipo de obreros esté capacitado para realizar múltiples funciones y no una, como era anteriormente. Por esta vía aumenta la intensidad del trabajo, y se intenta eliminar el tiempo de trabajo muerto y las distintas resistencias a la cadena de montaje ideadas por los obreros, también se introduce la competencia en el interior de la fábrica.

Es importante subrayar que los cambios organizacionales, superan el marco empresarial involucrando las relaciones entre empresas. Bajo la forma de un modelo de subcontratación, basado en el principio de cobertura de una gran compañía y el modelo de redes multidireccionales aplicado por empresas pequeñas y medianas. El modelo de subcontratación se establece sobre la base de la fundación de otras empresas que tienen la misión de realizar partes específicas de un producto, éstas funcionan geográficamente donde existan condiciones ventajosas para contratar mano de obra, "adaptable" a las cambiantes condiciones del mercado. Este tipo de acuerdo se da entre empresas grandes y pequeñas. El modelo de redes multidireccionales consiste en la agrupación de pequeñas empresas con la finalidad de desarrollar acciones comunes sobre el mercado. Estas tienen la particularidad de que aparecen o desaparecen de acuerdo a las variaciones del mercado mundial.

Otra particularidad de la nueva consolidación empresarial, consiste en que ésta se sustenta en el principio de una cadena o red, con la finalidad de aprovechar las ventajas de la diferenciación o heterogeneidad social y estructural: la Empresa red.

Esta funciona sobre la base de estructuras descentralizadas y autonomía local, ello ha sido posible por la introducción de la microelectrónica, al permitir mayores niveles de interrelación dirigidos a crear una base tecno-económica global.

La Empresa red u horizontal se caracteriza por varios aspectos relevantes: organización en torno al proceso, no a la tarea; jerarquía plana; gestión en equipo; medida de los resultados por la satisfacción del cliente; maximización de los contactos con los proveedores y clientes; información, formación y retención de los empleados en todos los niveles. El resultado de este conjunto de operaciones es que la unidad operativa actual no es una empresa o grupo de ellas, sino un proyecto empresarial representado por la empresa red. La misma funciona a través de estructuras descentralizadas difusas alrededor de todo el mundo. A escala mundial la forma específica en que se manifiesta la Empresa red, es a través de las grandes empresas transnacionales, quienes en su producto final incorporan componentes producidos en diversos lugares del mundo, ensamblándose de acuerdo a los intereses de mercados específicos, en condiciones de una novedosa producción y comercialización más flexible y personalizada.


EL SURGIMIENTO Y EXPANSION DE LAS CORPORACIONES GLOBALES


El resultado de lo anterior, es la constitución de lo que se denomina oligopolios "cuasi globales", los cuales vienen a sustituir la larga ola fordista, antes representada por las corporaciones multinacionales con lo que se redefine el patrón de la empresa capitalista. Los oligopolios "cuasi globales" representan un ordenamiento de sus relaciones de producción en estándares tecnológicos -basados en la microelectrónica- con tendencias globales, intensifican las formas económicas preexistentes, e imponen la necesidad de innovaciones organizacionales en el ámbito de la empresa y nuevas formas de articulación con el Estado, que extienden las bases sociales de la empresa garantizando la apropiación del progreso técnico bajo la forma de ganancias para el capital.

Existen variadas características de los llamados oligopolios globales que indican profundas implicaciones en la gestión del proceso de trabajo capitalista.  Entre ellas se podrían destacar: a) creación de amplias redes mundiales de información, a partir de los nuevos niveles de integración e interconexión tecnológicas generados por la convergencia de la computación, comunicación y control tecnológico, los cuales permiten al sistema de gestión establecer vínculos entre la producción, el marketing, y las facilidades de Investigación y Desarrollo (I&D) alrededor del mundo; b) definición de los niveles de concentración a escala nacional e internacional, ocasionando la caída de otros competidores a escala mundial, configurándose una situación de progresiva monopolización de las fuerzas productivas a escala mundial;25 c) creciente orientación de la producción para el mercado mundial; d) reorganización institucional de las bases de la acumulación del capital, mediante la constitución de patrones tripolares de inversión extranjera, con la participación de empresas procedentes de EEUU, Japón y Unión Europea, configurando nuevas formas de organización en redes.

Las características señaladas expresan la conjugación contradictoria de la base privada capitalista con formas de cooperación que abarcan las distintas fases de las relaciones de producción, expresando el carácter socializador del nuevo paradigma tecno-económico, motivado por su creciente difusión, y de otra parte, la conservación del carácter privado de la apropiación capitalista.


EL ESTADO NACION FRENTE A LA GLOBALIZACION


Los aspectos anteriormente analizados dejan ver un profundo cambio estructural en la base tecno-económica del capitalismo, que denota una crisis de su modelo de reproducción y acumulación de capital. Tales variaciones en la base del sistema se hacen sentir en la superestructura, lo cual se refleja en la necesidad de transformaciones en el marco institucional y social. En las condiciones en que predominaba el paradigma basado en el petróleo barato, que requería ordenar el crecimiento de la demanda para la producción en masa, lo característico fue suplantar los mecanismos de libre mercado e implantar la intervención masiva y sistemática del Estado en la economía, en este período se siguieron los principios keynesianos.

En el marco de la expansión de la actual ola globalizadora, el debate político e intelectual puso en el centro de la discusión una supuesta antinomia entre "Estado o mercado".  Así, mientras los partidarios abiertos o embozados de la globalización capitalista a ultranza, pregonaron la necesidad de reducir el tamaño, las funciones y las prerrogativas del Estado en la economía, en nombre de la primacía del mercado y de la eficiencia, los adversarios de la globalización han argumentado en la necesidad de incrementar el rol regulador, articulador y hasta planificador del Estado, para contraponerse a las fuerzas ciegas, asimétricas y desigualadoras del mercado.

El fundamento ideológico de la globalización capitalista es el ideario neoliberal.

Para asegurar las transformaciones del paradigma anterior fue necesario un Estado fuerte capaz de asegurar una rápida expansión de la economía, con lo que se ponen en práctica las funciones del Capitalismo Monopolista de Estado. En el ámbito internacional aparece una reglamentación internacional de los flujos a través del Sistema Monetario Internacional de Bretton Woods, en estos marcos nace el GATT, el FMI y el Banco Mundial, la particularidad de este conjunto de instituciones es la de operar sobre la base del funcionamiento de entes nacionales.

En las condiciones del paradigma actual, el Estado tiende a ser suplantado por el mercado, adquiriendo particular relevancia la aplicación de políticas neoliberales, lo que en gran medida es la respuesta a las propias exigencias del nuevo paradigma tecno-económico, que se difunde profusamente en las décadas de los 70s y 80s, momentos en que se intensifican las tendencias globalizadoras, siendo así como el neoliberalismo se convierte en el sustento ideológico-político de estas tendencias.

A escala internacional, bajo el paradigma tecno-económico actual se están operando transformaciones institucionales particularmente en función de la globalización, entre ellas la transformación del GATT en Organización Mundial del Comercio (OMC), que a diferencia del GATT que se limitaba a la liberalización del comercio por la vía de la reducción de las barreras arancelarias, la OMC, liberaliza otras cosas como los servicios, y trata de otros aspectos como las relaciones comercio-medio ambiente, pretendiendo extender su mandato a las relaciones comercio-normas salariales y sociales de los trabajadores.

Por consiguiente, se podría plantear que el cambio tecno-económico ha creado condiciones para el desenvolvimiento de estructuras de carácter supranacional, con la particularidad de que se pretende consolidar un gobierno global, donde se sustituye el Estado-nación, a través de decisiones globales, delineándose una estructuración de gobierno con funciones bien delimitadas, sobre quien legisla, quien ejecuta, quien sanciona. Ello sin embargo, no significa la desaparición del Capitalismo Monopolista de Estado (CME), lo que se está dando es una reformulación del papel del Estado en el nuevo ambiente global, pues el CME coexiste con las estructuras globales, siendo promotor del mismo, en un contexto en que ha desaparecido parte de la matriz que dio lugar a su funcionamiento.

Los aspectos analizados permiten señalar que el capitalismo actual está transitando hacia una nueva época económica de su desarrollo, cualitativa y cuantitativamente superior, que descansa en mayores niveles de integración de la actividad económica y en un proceso de creación de valores conectados con profundas transformaciones estructurales en la base tecnológica del sistema. Todas estas transformaciones están dando lugar a una nueva territorialidad, entre empresas, países, y regiones, que tiene importantes implicaciones para la Economía Internacional.

 

LOS NUEVOS ESPACIOS GEO-ECONOMICOS


El conjunto de factores antes analizados han ido acompañados de un profundo proceso de rearticulación y desarticulación de las relaciones económicas internacionales a lo largo y ancho de la economía global, debido a su impacto en las distintas fases del proceso de reproducción abarcando tanto la producción como la circulación. Desde el ámbito de las comunicaciones, la globalización unida al nuevo paradigma, no implica la desaparición de los espacios antes separados (internacional, nacional y local) pero, significa la construcción de una nueva territorialidad con nuevas fronteras de exclusión e inclusión, ya no sólo nacionales, sino planetarias.

Teóricos japoneses utilizan el término "glocalización" para referirse a los procesos complejos que en la sociedad interactiva hacen posible conjugar de muchas maneras a veces contradictorias los flujos de información y comunicación globales transnacionales y los flujos de información local, por eso mezclan en su concepto el prefijo "glo" de global con el término "calización" de localización. Según este concepto es posible gracias a la "superautopista" de la información, establecer redes de comunicación y de información de ámbito global y local casi de manera simultánea, lo cual es factible a través de la sociedad de la información.

Tales avances tecnológicos han permitido el surgimiento de una nueva forma de moneda, ­"el dinero electrónico"­ el cual desde el punto de vista de la supervisión de los flujos financieros nacionales, supera ampliamente la capacidad de ser reglamentados en el ámbito nacional. Tanto el "dinero electrónico" como los capitales electrónicos han rebasado los límites del área a que estaba circunscrita su circulación, son ya cuasi globales; sobre esta base se produce hoy la nueva erupción descontrolada de los elementos del mercado y frente a lo cual se revelan impotentes las instituciones de Bretton-Woods, que en época industrial servía como instrumento de regulación económica global, de aquí que en el presente se estén planteando las bases para una nueva arquitectura financiera global. Tal vez en el futuro se pueda hablar de manera generalizada no de la función del dinero como dinero mundial sino global.

En el ámbito de la esfera productiva los cambios se han hecho sentir en una creciente interdependencia de la economía internacional, en la modificación del comportamiento y elevada globalización del ciclo productivo, mayor movilidad internacional de mercancías y de capitales, rápida difusión o transmisión instantánea de información a largas distancias, mediante redes empresariales como internet. A manera de ejemplo se podría situar la producción participativa mediante la subcontratación internacional, que permite la fabricación compartida de muchos productos finales, con lo que la tendencia es hacia la conformación de "cadenas de productos globales" teniendo como resultado un "producto global".

Por consiguiente, la reorganización industrial plantea la integración de "cadenas productivas" con una presencia creciente de insumos de distintas naciones. Con ello ha crecido el grado y la eficiencia con que se pueden separar en tiempo y espacio las diversas etapas que componen un proceso dado, para luego integrarlas en un producto final en casi cualquier parte del planeta. En este sentido la concepción  de nación en la fabricación del producto tiende a desaparecer, al ampliarse la cadena productiva, ganando en preeminencia el concepto de "Made in World". Estas modificaciones contribuyen a la gradual reducción de la antigua segmentación de los mercados y, a la supresión de las restricciones a los movimientos de capitales, los cuales facilitan las inversiones cruzadas entre las empresas redes.

Las nuevas redes de organización empresarial de "alto valor", están reemplazando a las viejas estructuras piramidales centralizadas de -alto volumen-, se están extendiendo por el mundo. La particularidad fundamental es una descentralización de la propiedad, unidas a otras redes por los avances de la computación, la tendencia es a un tipo de desarrollo "desautocentrado" a través de redes mundiales donde lo que se intercambia son combinaciones internacionales, estos vínculos abarcan casi todo el comercio entre países desarrollados.

En la esfera de la circulación se destaca una mayor interdependencia comercial entre naciones, unidas a la imposición generalizada de políticas de libre cambio, reestructuración de la base monetaria tendiente a una relativa autonomización del capital y el mercado financiero internacional, acompañada de una fuerte dinámica del capital monetario transnacional, tanto real como ficticio. De acuerdo a esto, se puede señalar que el contenido más profundo del fenómeno de la globalización son las exigencias de la valorización del capital, ligadas a las profundas transformaciones tecno-económicas, que asocian a ésta con la existencia de una nueva etapa en el desarrollo centrada en las "posibilidades" que ofrece el nuevo paradigma, para una mayor interrelación e interdependencia de las distintas regiones y países de la economía mundial. El resultado de estos cambios ha sido la conformación de una nueva división internacional del trabajo, de acuerdo a las demandas del nuevo patrón tecnológico, el cual tiende a cambiar el movimiento de los flujos que representan las relaciones económicas internacionales.

Para caracterizar los impactos de estos cambios en la economía internacional hay autores que destacan que hace 20 años se les identificaba principalmente con el "comercio internacional", mientras que en la actualidad el término más empleado es el de la "economía mundial" debido a la creciente integralidad con que se desplazan los flujos de capital y comercio en el contexto global, lo cual refleja el contenido más complejo de estas relaciones en el presente. Sintetizando, se pueden destacar algunas de las transformaciones de fondo que se han producido en las visiones y en el contenido de las relaciones económicas internacionales.

Los flujos de información constituyen las actividades de más rápida expansión y difusión, su dinámica junto a las otras actividades, es compatible con la globalización y los cambios operados en el nuevo paradigma tecno-económico, al crear mayores niveles de interdependencia en la economía internacional. La fase actual de la reproducción del capital está experimentando un cambio sui generis, donde el trabajo abstracto se independiza asumiendo la forma de una mercancía, y se pone de manifiesto en el lugar que ocupan hoy las energías mentales concretadas en el conocimiento y particularmente en el lugar creciente que ocupa el sector de los servicios.


ELEMENTOS FINALES DE JUICIO


Si tratamos de ubicar las dimensiones y alcances económicos de algunas de las cuestiones tratadas, se podría constatar que no obstante, al indiscutible rápido desarrollo de la tecnología, el crecimiento de la inversión extranjera, del comercio internacional de bienes y servicios, e incluso de industrias vinculadas con la informática, estos componentes continúan representando aún una porción minoritaria de las economías y regiones a escala mundial.

Por consiguiente, la globalización tiende a asumir un carácter intenso pero parcial, heterogénea y desbalanceada, excesiva en algunos aspectos e insuficiente en otros.

La división internacional del trabajo que acompaña el proceso de globalización continúa sometida a la ley de la plusvalía y las consiguientes necesidades de la acumulación ty la concentración del capital, por lo que la globalización, está modelada en función del proceso de acumulación del capital a escala internacional. Y por ello tiene como características esenciales la explotación, la dependencia y la imposibilidad del desarrollo para los países más atrasados del sistema.

 En lo que respecta a los rasgos básicos del modo de producción capitalista, la globalización no ha cambiado la esencia del sistema, aunque si lo ha hecho ­sustancialmente incluso- en las formas y los mecanismos de funcionamiento a través de los cuales cobran existencia específica aquellos rasgos esenciales, ello se pudiera observar en las siguientes acotaciones.

Se puede señalar que la globalización y el nuevo paradigma tecno-económico, junto a los cambios estructurales que los acompañan involucran diferentes acontecimientos, que se distinguen de épocas económicas anteriores por su grado de expansión e intensidad. El primero es el traslado de la ubicación de las actividades económicas de una región a otra, donde en particular se intensifican los vínculos entre las economías desarrolladas, a diferencia del pasado en que un lugar primordial desempeñó la relación países desarrollados-subdesarrollados El segundo es el ascenso y la decadencia de sectores económicos, ganando en importancia la microelectrónica.

El tercero, la creciente integración de las economías nacionales y el consecuente impacto de las fuerzas externas en el bienestar interno, sobre la base de la liberalización económica, la difusión de la tecnología informática y la globalización financiera. Cuarto, los cambios en el nuevo paradigma tecno-económico indican modificaciones en el proceso de producción de valores de uso y de valorización, el cual se tiende a definir cada vez más a partir de las cadenas productivas globales. Las cuatro acotaciones unidas al desarrollo económico desigual, afectan significativamente los intereses de los Estados y de los diferentes estratos sociales, sugiriendo preguntas importantes referidas a los efectos políticos y sociales de una economía mundial de mercado.

El primer tema que plantea el desarrollo económico desigual es el del liderazgo económico, asumido por las principales potencias capitalistas y sus agentes más dinámicos -empresas transnacionales- en la economía internacional en detrimento de las economías subdesarrolladas. Por lo que se podría plantear que el proceso de globalización, como reflejo de un conjunto de procesos, independientemente del grado de internacionalización de sus rasgos, está viabilizando la existencia simultánea de épocas económicas y sociales diferentes, hacia el interior de la periferia.

Otro tema es la relación entre el cambio económico y político, donde la globalización y el nuevo paradigma tecno-económico produce cambios estructurales fundamentales en la economía internacional, lo cual plantea un importante problema político de ajuste para naciones individuales, en condiciones en que los recursos deben transferirse de las industrias en decadencia a aquellas en expansión, a medida que cambia el lugar geográfico del crecimiento económico y los sectores líderes. El ajuste económico, sin embargo, ha implicado significativas pérdidas y ganancias para los distintos individuos, grupos y naciones y por ello da origen a agudos conflictos sociales.

Si lo fundamental en el tránsito del capitalismo premonopolista al monopolista fue la sustitución de la libre competencia por el dominio de los monopolios, ahora lo básico es la integración de las economías nacional e internacional en un mecanismo económico e institucional único radicado en la globalización. Por lo que este proceso está modificando el paradigma de las relaciones económicas internacionales anteriores, que confería a los Estados naciones y a los monopolios, el carácter de actores principales y predominantes del sistema. Estos están pasando ahora a constituir sólo parte de un sistema mayor: el sistema global, a través de la conformación de entes supranacionales que tienden a erigir las normas internacionales.

El resultado es la conformación de un conjunto de actores, regionales, subnacionales, transnacionales y no gubernamentales, dotados de objetivos, autonomía y medios de acción propios. Por lo que el futuro podría estar marcado por el predominio de un sistema multicéntrico, con crecientes grados de descentralización, donde se reafirme el control de los actores transnacionales.

El estado-nación va cediendo su primacía en las relaciones económicas internacionales, convirtiéndose en un elemento intermediario entre el nivel de estructuras transnacionales y el de regionales; tal debilitamiento se produce simultáneamente con el reforzamiento de actores de carácter mundial; por lo que los intereses del Estado nación tienden a estar cada vez más determinados por estructuras de orden global.

En términos básicos la corporación global ha devenido la célula fundamental del capitalismo en su fase imperialista, ya que continúa ocupando un papel importante en el desempeño de las relaciones capitalistas de producción, constituyendo el mecanismo económico fundamental de regulación del sistema, al cual se subordinan los actores antes indicados, la mayor capacidad de los monopolios en las condiciones actuales consiste que sus decisiones pueden afectar a naciones enteras, en este sentido no es posible hablar todavía de una nueva fase en el capitalismo, pero sí de una nueva época económica, que tiende a crear las condiciones para acelerar los niveles de concentración y centralización de la producción y el capital.

 

ESCENA CERCANA EN UN SALON LEJANO

Esa noche estábamos todos reunidos en el salón del segundo piso de la Casa de los Intendentes.   Dirigentes políticos, militantes destacados, Jefes de Servicio, autoridades de todo tipo repletaban el iluminado salón cuyas lámparas daban un brillo solemne al sobrio coctel.

Vine a esta ocasión especial acompañado con mi compañera y ella al igual que yo estábamos algo nerviosos de emoción. Parado con mi mejor traje azul, con mi mejor camisa celeste y con mi mejor corbata roja recibí mi copa de champaña y miraba inquieto y curioso hacia la ancha puerta de acceso.  De pronto un funcionario se me acerca y me dice. "¿Compañero Rodríguez?... el Presidente los espera en el salón para una breve reunión".

Los representantes de los distintos partidos de la Unidad Popular nos fuimos acercando al salón, se nos abrieron las puertas y entonces de pié frente a nosotros estaba Salvador Allende.  Mi voz creo que temblaba.  Era la primera vez en mi vida que estaba en presencia y frente a Salvador Allende Gossens y debo reconocer que el instante me sobrecogió.  Yo, un simple dirigente de la Izquierda Cristiana, joven de 24 años y apenas funcionario de la Universidad Técnica del Estado, reunido con el Presidente de la República, el compañero Salvador Allende.  Me extendió una mano firme y una sonrisa cálida y todos tomamos asiento.  Estaban también el Diputado por Magallanes Carlos González Yaksic, algunos regidores socialistas y comunistas y los dirigentes y representantes de los partidos de la UP en el Comité Político Provincial.

Era la noche del  27 de febrero de 1973 en Punta Arenas.  Allá afuera, la plaza Muñoz Gamero lucía iluminada y silenciosa.

Se discutieron dos o tres temas rápidamente y solo recuerdo haberle expresado a nombre de la Izquierda Cristiana de Magallanes, nuestro fraternal pero crítico desacuerdo con el nombramiento del General Manuel Torres de la Cruz como Intendente de la Provincia de Magallanes.  Allende fue cauto y elegante para responderme y respondernos a todos los presentes: dentro de las prerrogativas presidenciales, el nombramiento de los Intendentes era una de las más importantes y su decisión obedecía a razones de Estado en una zona de importancia estratégica para Chile.

Se despacharon otros temas con rapidez y al cabo de media hora concluyó la ejecutiva reunión.   Volvimos al salón donde reinaba un ambiente cálido y distendido.  A los pocos minutos, se abrieron nuevamente las puertas de la sala de reuniones y Salvador Allende ingresó al salón acompañado discretamente por dos funcionarios de su guardia personal.

Cuando se acercó a nuestro grupo, Allende dió la mano cordialmente a cada una de las mujeres de que nos acompañaban y mirando a mi compañera, que le presenté, dijo con suma delicadeza "¿y de dónde sacó usted esta compañera tan hermosa? y brindaron ambos una copa de champaña.   

El 26 de febrero de ese año, el Presidente de la República, había iniciado su tercera visita como mandatario a Magallanes.  En esta visita, junto con visitar Punta Arenas, donde inauguró las instalaciones del Picladero y Curtiembre en el Barrio Industrial,  estuvo algunas horas en Porvenir, donde también inauguró las nuevas instalaciones de la empresa industrial SOCOAGRO, y recibió la adhesión de miles de puntarenenses en un acto masivo organizado por la CUT Provincial y la Unidad Popular.

Nunca más tuve la ocasión de ver personalmente a Salvador Allende, pero hoy, 26 de junio, cuando se cumple un nuevo aniversario de su nacimiento allá en Valparaíso por el año 1908, siento el deber moral de recordar su figura, su tremenda consecuencia, su inmensa honestidad política, su apego inclaudicable a los principios que lo motivaban.  

Salvador Allende fue uno de los grandes Presidentes de la república, uno de los grandes estadistas de la Historia de Chile.  Todavía no se ha terminado de escribir su historia y todavía sigue pendiente escribir la historia de sus realizaciones y logros en la región de Magallanes, así como tampoco está escrita la historia de su fecunda labor parlamentaria como Senador por Magallanes a lo largo de más de 16 años.

Ningún olvido lo hará olvidar.  Ningún renunciamiento lo hará menor. Ningún endiosamiento está permitido. Ningún silenciamiento podrá acallar su verdad.  Ninguna crítica podrá empequeñecerlo.  ¡Y pensar que en todo el mundo, en cientos de ciudades del planeta, calles, plazas, avenidas, placas recordatorias, memoriales y monumentos recuerdan su figura y su memoria!

Este es mi sencillo homenaje a este gran patriota.

 

LA PROBLEMATICA DEL SUJETO HISTORICO EN LA PERSPECTIVA DEL SIGLO XXI

PROLOGO 

 

¿Quiénes constituyen -en los inicios del siglo XXI- el sujeto histórico susceptible de desplegar los cambios históricos capaces de transformar el sistema capitalista de dominación actualmente imperante?

Este ensayo tiene por objeto examinar esta problemática desde una óptica política y prospectiva, y como una contribución teórica a un debate intelectual y político de la mayor significación, en el contexto de la reconstitución de una izquierda plural y protagonista de los cambios sociales en el transcurso del siglo XXI.

 

Manuel Luis Rodríguez U.  -  Cientista Político.

Punta Arenas - Magallanes, junio de 2006.

 

LA DEFINICION DEL SUJETO HISTORICO

 

La definición del sujeto histórico constituye una de las tareas intelectuales políticas mayores en la perspectiva del cambio social presente y futuro, en la medida en que permite identificar a aquellos sectores sociales que estarían llamados a impulsar y a protagonizar los cambios.  Esto implica que el sujeto histórico, como lo visualizamos es a la vez un constructor de la historia y un agente de transformación en la historia.

Por lo tanto, el concepto de sujeto histórico hace referencia a una articulación históricamente determinada y constitutiva de sujetos sociales, políticos y culturales específicos que, en función del estado actual y futuro previsible del desarrollo del sistema de dominación imperante, logra poner bajo su articulación y en función del proyecto histórico que da sentido a su propia articulación, tanto a los sujetos con intereses y proyectos contrapuestos, como a las corrientes y tendencias espontáneas que resultan de la compleja combinación de proyectos y visiones de sentidos diversos. El sujeto histórico no es por eso un ente homogéneo, sino que está compuesto por la rica y compleja diversidad que genera la vida social y política, pero que confluyen temporal y parcialmente en un proyecto, en una plataforma, en un punto de acuerdos.

Sus componentes por tanto, están condicionados por la dinámica de la propia realidad de la que forma parte cada actor y el sujeto histórico en su conjunto.

Por eso, teóricamente, la definición del sujeto histórico solo es posible en función del cambio social, es decir, del cambio de las estructuras de dominación.  En el contexto del actual estadio de desarrollo de la sociedad contemporánea, el sujeto historico se define y se moviliza social y políticamente, en función de su postura cultural, política e ideológica contraria al sistema capitalista de dominación y en cuanto actor protagonista del cambio social y portador de un proyecto de transformaciones que apunta hacia una nueva sociedad.

En síntesis, el sujeto histórico es aquel campo de fuerzas y de movimientos organizados que apuntan hacia el cambio social.

Hay por lo tanto, en la definición del sujeto histórico actual, tres dimensiones interrelacionadas entre sí, a saber:

a)  que se sitúa en el campo político-ideológico y social contrario y alternativo al sistema capitalista de dominación;

b) que es portador de un propósito estratégico de cambio social; y

c) que es portador de un proyecto de nueva sociedad.

Lo que caracteriza a los sectores sociales que constituyen hoy el sujeto histórico, es el hecho de que se encuentran en una posición subordinada, alienada y dependiente dentro de la estructura de dominación y dentro del sistema de producción capitalista.  las clases sociales, en las condiciones de la actual etapa de desarrollo capitalista globalizado, se han diversificado y complejizado, pero el vasto campo de los trabajadores (urbanos y rurales, empleados, técnicos,  obreros y profesionales) siguen constituyendo uno de los ejes articuladores del nuevo sujeto histórico.

Las nuevas contradicciones que caracterizan a la actual fase de evolución del capitalismo global, hacen más amplio y diverso el campo de los sectores sociales y culturales golpeados por la dominación capitalista.

Tres serían -desde esta perspectiva- los segmentos sociales y culturales susceptibles de constituirse en el nuevo sujeto histórico. Proponemos definir esos actores como campos socio-culturales y políticos cuya articulación permite constituir al sujeto histórico a través del tiempo:

a)  el campo del trabajo, o de los productores-creadores de la riqueza material y económica;

b)  el campo de la intelectualidad, o de los creadores de la cultura, la ciencia y el arte; y

c)  el campo de las diversidades culturales, étnicas, territoriales y de género.

El campo de los trabajadores incluye la vasta diversidad de sectores socio-económicos caracterizados por el hecho de que son los principales creadores de riqueza y plusvalía para la clase poseedora.  El trabajo ha experimentado y continúa experimentando cambios estructurales de fondo que están modificando sustancialmente las condiciones de la producción material y de información, por lo que toda definición del nuevo sujeto histórico supone repensar el trabajo y sus resultados.

A su vez, el campo de la intelectualidad representa a ese amplio sector social  transversal constituido por quienes crean pensamiento, transmiten conocimientos, producen ideas, desarrollan crítica y crean cultura, en cuanto contra-cultura, pensamiento crítico, ideas anti-sistema y conocimientos que develan los mecanismos de alienación y dominación del sistema.  

Si entendemos la cultura como los procesos de producción y transmisión de sentidos que constituyen el universo simbólico de los individuos, los grupos sociales y la sociedad en su conjunto, entonces las izquierdas y el sujeto histórico que buscamos desarrollar, deben desplegar sus capacidades, creatividad e imaginación para configurar contraculturas y espacios culturales anti-sistema y alternativos al sistema que contribuyan a producir y transmitir sentidos y bienes simbólicos que apunten hacia la realización, desde las relaciones cotidianas y hasta las relaciones sociales, económicas y políticas estructuradas en torno a los valores de la libertad, la diversidad, la pluralidad, la justicia, la igualdad y la dignidad del ser humano.

Finalmente el campo de la diversidad, está constituido por ese vasto universo de organizaciones, redes y culturas urbanas y rurales que se sitúan en las fronteras del sistema de dominación, grupos y tendencias minoritarias excluidas, rechazadas y discriminadas a causa de su origen étnico, religioso, cultural o de sus opciones sexuales y de género.  El surgimiento de aspiraciones y demandas territoriales, provenientes de las especificidades regionales y locales, abre además una nueva arena de confrontación entre los ciudadanos  de regiones y comunas, frente a la centralización política, económica y administrativa del Estado capitalista dominante, generando así un campo de tensiones entre los ciudadanos y el Estado del sistema.

En síntesis el sujeto histórico es un vasto campo transversal de organizaciones, actores políticos y redes de pensamiento-información-acción que se definen por su oposición al sistema capitalista de dominación y por ser portadores de proyectos históricos de transformación de este esquema de dominación.

 

EL NUEVO SUJETO HISTORICO EN ACCION

 

Lo que define al sujeto histórico es su proyecto y su vocación política.  No hay sujeto histórico sino en cuanto sujeto histórico en movimiento.  Las multitudes inteligentes también constituyen un elemento de acumulación de fuerzas en la medida en que ponen en cuestionamiento las formas excluyentes y clasistas de dominación y poseen la virtualidad de alterar visiblemente la normalidad de la dominación.

La construcción del sujeto histórico -tarea de largo plazo que se materializa en la realidad inmediata de la resistencia multiforme al sistema capitalista de dominación- es a la vez un proceso de acumulación de fuerzas y de acumulación de ideas-experiencias.  El sujeto histórico se construye en la gradualidad cotidiana de las luchas sociales y políticas insertas en la realidad regional, nacional, continental y mundial, pero al mismo tiempo, implica una construcción también progresiva de una cultura alternativa, caracterizada por la democracia, la horizontalidad de las alianzas, el pluralismo y el fortalecimiento enriquecedor de las identidades de pertenencia. 

El proceso de construcción del nuevo sujeto histórico para el cambio social, que exige la realidad presente, requiere necesariamente de una lógica de las mayorías, de una estrategia de las multitudes inteligentes y de una táctica de unidad de objetivos y dispersión de recursos y medios, ya que en esa diversidad reside su novedad.  Se trata de un proceso tendiente a producir permanentemente la  inclusión de todos los consecuentes movimientos y colectivos anticapitalistas y anti-imperialistas, en cada momento o fase de desarrollo del movimiento.

También el nuevo sujeto histórico tiene que librarse de lo que en el pasado constituyó en un determinado contexto, el sujeto revolucionario (identificado como pueblo—sujeto, vanguardia—masas) o el vanguardismo—protagonismo natural del proletariado como punta de lanza excluyente del cambio.   En la construcción del nuevo sujeto histórico, la radicalidad no excluye la diversidad sino que la enriquece, la unidad no excluye el pluralismo, sino que la fortalece, por lo que las vanguardias y los liderazgos existen y se despliegan como resultado de la legitimación política y moral de las multitudes, las bases organizadas y los colectivos.

Lo que pone en movimiento al sujeto histórico es la organización y la generación de redes de vinculación que sumen cuantitativamente las demandas y aspiraciones grupales y sectoriales, dentro de un movimiento cualitativamente superior de demandas que apuntan a las estructuras del sistema de dominación.   En el reconocimiento de la diversidad, de la alteridad de cada sector con respecto a los demás, de la integración de las diversas visiones y reclamos sectoriales, hacia una plataforma común está el punto de partida y la trayectoria del movimiento hacia la liberación.

Pero la red en movimiento no es una sola manifestación, una sola multitud inteligente, una sola plataforma, sino que la dinámica del movimiento reside en la construcción sucesiva de distintas y cada vez más amplias plataformas -de contenido cada vez más estructural- susceptibles de apuntar a las bases económicas y políticas de sustentación del sistema capitalista, mientras se constituye además, un campo cultural e ideológico donde la cultura individualista, materialista, alienante y banalizada del sistema, es cuestionada por una mentalidad crítica con un profundo contenido humanista, ético y liberador.

La naturaleza liberadora del movimiento conducente hacia una nueva sociedad, pasa necesariamente por el despliegue de una profunda crítica intelectual, política, ideológica y cultural de las condiciones de dominación predominantes.  El papel político de la crítica reside en su capacidad  para develar la relación existente entre los problemas, realidades y demandas cotidianas y sectoriales en que se debate el sujeto histórico, con las condiciones estructurales de funcionamiento del conjunto del sistema de dominación.  Se trata de pasar ideológica y políticamente, desde la cotidianeidad a la institucionalidad, desde las condiciones de la realidad inmediata a las estructuras de dominación-alienación que posibilitan y justifican tal realidad.

La experiencia del movimiento liderado por el sujeto histórico y sus actores socio-políticos y culturales constitutivos, se manifiesta en la diversidad compleja de luchas contra el sistema capitalista y su forma imperial de dominación, se construye desde la base social, desde las organizaciones y sus problemáticas particulares, se teje en una red de intercambios experienciales, de aprendizajes sociales y de formación de liderazgos que se legitiman por su consecuencia y su alcance político, social y cultural. 

 

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

 

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